CAPÍTULO VII

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Nicolay Smirnov

Preparo la granada en mi mano, espero unos segundos y quito el seguro tirándolo hacia el hogar de una familia de siete humanos. No logro escuchar ningún grito ya que la granada explota llevándose la vida de los siete al instante.

Tomo un taxi de directo para el gran edificio donde vivo. Soy dueño de un en edificio de más de doscientas habitaciones, con mis hermanos lo llamamos "el calvario Smirnov", pero no es nada más que nuestro hogar. Desde hace tiempo dejamos la mansión, por motivos personales que ustedes en este momento de la historia no están listos para saber.

La persona que maneja el taxi intenta sacarme un tema de conversación que evado con educación, detesto hablar con las personas. Llego a mi hogar más rápido de lo que espere, le pago lo arreglado al conductor y entro sin preocupaciones al hall de entrada.

Las sumisas pasean de rodillas limpiando el suelo con su lengua o piel, mis hermanos se pasean por la sala peleando sobre quien cocina mejor, Dasha esta sentada en el sofá recibiendo una felación y siento mi estomago arder, mi rostro se calienta de la furia.

No hablo, solo camino, llego hacia el hombre que le chupa la vagina a mi hermana pequeña y tomo su cabeza entre mis manos pateándola como si de una pelota de tratase, él se va llorando hacia otro rincón del edificio. Nadie dice nada, esto es común entre nosotros, somos demasiado protectores y celosos los hermanos Smirnov.

"Smirnov" un apellido que a la mitad de la sociedad le causa orgullo, que lo cuelga en sus paredes y sonríe de la felicidad de tan solo pensarlo. Mientras que el otro porciento de la sociedad y del mundo entero le teme, esos que de tan solo escucharlo tiemblan y sudan del terror. Dos acciones, un apellido.

Maxim se acerca con el control del televisor, lo enciende. En este muestran la gran catástrofe de la familia japonesa, aquella tan famosa que está muerta por una explosión causada por la fuga de gas, dejo de escuchar la televisión con cada idiotez que dicen.

—¿Son familia de los Yamamoto? —pregunta mi hermano menor con curiosidad. Sí.

El estruendo de la puerta de entrada siendo rota nos hace alarmar, es de cristal, y es la cuarta vez que la cambiamos en lo que va del mes.

—¡¿Has sido tú?! —un grito feroz se escucha. Ha llegado, el león. O el que pretende serlo.

Lo ignoro a pesar de que sé que su pregunta va dirigida a mí. Siento como su mano se envuelve en mi brazo y en seguida me quito su contacto, lo empujo hacia atrás enfadado.

Lev Smirnov, algunos lo consideran el peor del apellido, el más impulsivo y loco de la familia. Y puede que en algún punto sea cierto. Pero mi mellizo no es nada más que un hombre que lucho por sacar adelante su apellido, enfrentando a su egoísmo con dientes y garras.

—¿Mataste a la familia Yamamoto? —pregunta un poco más tranquilo. No hago más que levantar una comisura en una sonrisa burlona —. ¡¿Cómo se te ocurre eliminar a la familia de la Yakuza?! ¿Estás demente?

Tira un frasco al suelo, lo de siempre, no me inmuto.

—¿Tú mataste a esa familia? —pregunta mi hermana atontada —. Había niños en esa casa Nico. ¿Qué demonios pasa contigo?

—Tú mas que nadie sabes las reglas hermano, no matamos niños, ni indefensos. ¡Además tienes barro en las botas y estás manchando mi alfombra! —se queja Max.

Los ignoro, no estoy de humor para escucharlos, odio tener que hablar y dar explicaciones, es mi vida, mi granada, si se me salió de los huevos tirarla a una casa de la Yakuza es y será problema mío. Comienzo a caminar hacia el ascensor para encerrarme nuevamente en mi suite.

Smirnov  [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora