CAPÍTULO IX

462 36 12
                                    

Freya Medvédev

Dimitri me dio solo dos noches, dos noches para asesinar al presidente de España. A algunos les parece poco, a mí me ofende que me de tanto tiempo. Me encuentro en el club "Yellow" y como lo dice el nombre se debe entrar con algo amarillo.

Vestido sutil, de corte corazón, amarillo pero dorado, con zapatos negros y una peluca morena, lentillas azules, maquillaje perfilado de facciones finas y extravagantes. No hay algo de mi personalidad no pueda cambiar, puedo fingir ser una señorita inglesa, una puta, una madre, soy una buena actriz, nadie logra atraparme justamente por eso. Pero hay algo que no puedo cambiar y es mi cuerpo, mis curvas sin querer me delata, cualquiera que haya estado una noche conmigo reconocería mi trasero.

Camino entre la gente como una mujer normal, o aquello aparento, allí lo veo, tiene un Martini en su mano, se acompaña de dos bellas mujeres latinas, viste de negro y sonríe como si no le debiera millones a nadie. Continuo mi camino hacia los camerinos, donde me visto provocativa, suelto mi melena falsa morena, me coloco un body de cuero ceñido al cuerpo que tiene aberturas en forma de V a los costados dejando ver gran parte de mi cuerpo.

La música comienza a oírse más fuerte y es mi momento, sé que tengo que salir a bailar y eso hago, meneo mis caderas de un lado a otro captando la atención de todos, hombre, mujer, mesero, no hay nadie que no me observe, no me molesta para nada, desde pequeña estoy acostumbrada a tener toda la atención en mí, en que el mundo gire a mi alrededor.

El objetivo me observa como si fuese algún tipo de extraterrestre, dejo que la música maneje mi cuerpo a su antojo, bailo, me contorneo, me estiro, me trepo, bajo del escenario y todos imploran con que vaya a su lado, me tiran billetes, dólares, euros, oro, relojes, nada agarro, solo bailo hasta finalizar la canción.

Tomo la corbata del objetivo, y con una media sonrisa le planto un beso en los labios, no niego que me repugna, su sabor es asqueroso, tabaco y alcohol mezclado con un sabor salado asqueroso. Me doy media vuelta moviendo mi trasero exageradamente mientras desaparezco hacia el camarín.

Los llamados a las distintas habitaciones no paran en llegar, pero solo uno me interesa, y sonrió al saber que me espera en una de las habitaciones más caras y me encamino hacia allí. Tengo mi bolso a mano donde tengo armas mortales, cuchillos, ácidos, etc.

Llego a la puerta, entro sin tocar, me espera mirando el ventanal que da a la ciudad, tiene su camisa abierta y un vaso de margarita en la mano.

—Me alegro de que me hayas elegido como compañía, bella —me repugna. Se da la vuelta y aquello lo acompaña un gemido de dolor al darse cuenta de la daga que tiene clavada en el hombro.

Disparo a la cámara del cuarto, pongo seguro a la puerta y camino con el arma en mi mano, determinante, sexy. Me observa totalmente confundido, su expresión me da risa y no puedo ocultar soltar una carcajada.

—Tienes muchos enemigos cariño —tomo de la daga clavada en su hombro y lo llevo hacia la cama donde lo siento y ato sus manos con un precinto.

—¿Quién eres? ¿Me asesinarás?

Sonrió ampliamente mostrando mis dientes blancos y relucientes —Sí. Pero primero necesito transferir millones a una cuenta bancaria, ¿sabes de que te hablo verdad?

Asiente muchas veces.

No puedo creer que Dimitri no pudo atrapar a este imbécil, llora en su lugar mientras yo saco su celular del bolsillo para procesar la transferencia.

—Esto haremos, es demasiado dinero para transferir hoy mismo, así que te daré tiempo hasta el amanecer, seguro debes tener a alguien de confianza que maneje todo tipo de cuentas, debe enviar setenta y dos millones de dólares a esta cuenta —muestro el número de CVU y él asiente.

Smirnov  [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora