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Draco

Podía sentir como mi pulso se debilitaba cada vez más. Mi garganta se había desgarrado y solo me quedaban los gritos ahogados. Notaba lágrimas secas en mis mejillas, siendo mojadas por las nuevas.

—¿Dirás dónde está? —dijo la siniestra voz de Voldemort.

Días después de que acabaran las clases, descubrí que Lethe no se había ido con sus padres. Intenté averiguar donde estaba, pero ellos se me adelantaron. Mandaron tres mortífagos a casa de Ava. Al llegar, se encontraron el lugar vacío. Respiré tranquilo al saber que mi carta avisándoles, había llegado a tiempo.

—N-No lo sé —mentí.

Ava me estuvo escribiendo cartas contándome sobre Lethe. Le pedí que no le dijera que las cartas que llegaban eran mías. Dejé de escribirlas el día en el que supe que se estaba volviendo peligroso, el día en el que empezaron las torturas. Desde ese momento, no he sabido nada más de ella.

—Crucio —repitió por tercera vez hoy.

Mi cuerpo se volvió a retorcer del dolor.

—Aguanta, Draco.

Era su voz. Sabía que no era real, pero me reconfortaba pensar que si lo era. Me hacía soportar todo esto.

Lethe

Una cabaña en medio del bosque, igual de pequeña que un minúsculo baño. A eso se había reducido mi vida. Dormir en una cama vieja y dar paseos cortos alrededor de una desaliñada casa de madera.

La caída de las hojas, dio a entender que el Otoño ya había llegado. Las clases empezaron hace unas dos semanas, pero nosotras aún estábamos aquí. No sabíamos hasta qué punto era seguro salir de nuestro escondite.

Tener a Ava condenada a vivir esto, me hacía sentir mal. Hacía dos días, había tenido una pequeña pelea con ella, por ese mismo motivo.

—No puedes estar así, Ava —dije yo—. Me buscan a mi, no a ti. Si te encuentran conmigo, te matarán. Vuelve con Blaise y tus padres.

—Lethe, entiéndelo, no te voy a dejar sola —contestó.

Después de esa conversación, no le volví a pedir que se fuera. Pasábamos las noches en vela jugando a las cartas o hablando. Haciendo cualquier cosa para evitar dormirnos y bajar la guardia.

—Gané —gritó ella al sacar la carta y estamparla contra la colcha.

Bufé resignada, aunque mis labios amenazaron con dibujar una sonrisa cuando ella se puso en pie en la cama, y empezó a saltar en el colchón.

—Gané, gané, gané... —repitió entre risas mientras saltaba y hacía un baile extraño de la victoria.

No lo soporté más y me uní a sus risas. Me levanté yo también y la acompañé en su arrítmico baile seguido de brincos acompasados con los muelles sueltos de aquella cama vieja.

También desayunábamos juntas mirando por aquella pequeña ventana. Avistando el único paisaje que nos regaló el último mes: el bosque.

Ella era la única que se adentraba en el bosque. Todos los días pasaba una hora o dos, en el exterior de la cabaña, asegurándose de que estuviésemos fuera de peligro.

Oblivion | Draco Malfoy (memoria #1) © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora