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Draco

El corazón me iba a mil por hora. La habitación se me hacía cada vez más pequeña y el aire se me atascaba al recordar que Lethe estaba encerrada ahí abajo.

De repente, la puerta de mi habitación se abrió de par en par, dejando ver a mi madre.

—Draco...

—¡¿Quién se hizo pasar por mi?! —le grité.

—Draco... escúchame —suplicó ella mientras se intentaba acercar a mi.

Di pasos hacia atrás y pasé los dedos por mi pelo.

—¡¿Quién la tocó?!

—¿Te puedes calmar? —dijo ella.

—¿Que me calme? —Reí sarcásticamente—. Le pusieron las manos encima.

—Yo eso no lo sabía —se defendió.

—¿Quién fue?

—Dolohov —contestó ella—. Fue quien se convirtió en ti.

—¡Joder! —grité y mi madre se sobresaltó— ¿Dónde está?

—Draco...

—¿Dónde? —dije sin hacer caso a sus intentos de súplica.

—Haciendo guardia en la puerta trasera de la mansión —indicó.

—¿Solo?

No respondió a mi pregunta, pero por su cara deducía que así era.

—Da gracias de que no he quemado esta mansión con todos dentro —bufé—. Aunque, cuando saque de aquí a Lethe, no lo descarto.

Con esas palabras, salí de mi habitación, dejando a mi madre con algunas lágrimas rodando por sus mejillas.

Bajé las escaleras, procurando hacer el menor ruido posible para no anunciar mi llegada. Caminé por el largo salón, hasta que llegué a la cocina. Entré en ella, dirigiéndome a la puerta que daba hacía el patio trasero.

Abrí la puerta y Dolohov me miró. Frunció el ceño y se despegó de la pared.

—¿Qué haces aquí fuera? —me preguntó.

Como no dejara de hablar, le arrancaría las cuerdas vocales.

Cerré la puerta y la bloqueé.

—¿Qué ha- —Levantó las manos cuando vio que lo apuntaba con mi varita—. Oye, oye. Baja eso, chico.

Intentó sacar su varita pero, desde que vi el amago de aquella acción, dije:

Expelliarmus.

Su varita viajó lo suficientemente lejos como para estar al alcance de su mano.

—Qué demonios- ¡Ah! —gritó con agonía, llevándose las manos a sus partes íntimas.

En ese momento debió sentir como se le comprimían los testículos. Esa agonía de sentir que en cualquier momento estallarían.

Cayó de rodillas al suelo.

—¿Te duele? —Sonreí.

Él me miró con los ojos cristalizados y llenos de suplica.

—Bien. —Me dirigí hacia la puerta, pero antes lo miré—. Reza para no encontrarte con ella, porque serás hombre muerto.

Él no hablaba, únicamente me miraba con los ojos muy abiertos y retorciéndose del dolor.

—Yo rezaré para que sí te la encuentres.

Oblivion | Draco Malfoy (memoria #1) © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora