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Lethe

Como dijo Draco, había un mortífago en la puerta.

Me estaba dando la espalda, por lo que no se dio cuenta de que yo estaba ahí.

La única manera de salir, era atravesando aquella entrada. Por lo que tendría que hacer algo, o los que estaban dentro de la mansión acabarían atrapándome.

Me tendría que poner de cebo a mi misma.

Caminé hacia él y, en ese momento, ambos se voltearon al escuchar mis pasos.

Me miró y corrió hacia mi. Miré hacia atrás y vi que otro mortífago se encaminaba en mi dirección.

—Que empiece el juego —susurré.

El mortífago que acababa de llegar, empuñó su varita en mi dirección.

—Desmai-

—¡Desmaius! —lo interrumpí, dejándolo aturdido en el suelo.

Cada día me gustaba más eso de no necesitar varita.

Desarmé al otro, pero fue más rápido que yo y se me echó encima, haciéndome caer al suelo y golpearme la cabeza.

En ese momento, todo lo veía borroso, pero pude ver como me apuntaba con su varita y abría la boca para decir el hechizo.

«Fue él», las palabras de Draco retumbaron en mi cabeza.

El mortífago que estaba encima mío había sido el mismo que me se hizo pasar por Draco y me tocó con sus asquerosas manos.

No sé de donde saqué las fuerzas, pero conseguí lanzar una patada en su entrepierna y clavarle la daga en el estómago.

—Hija de perra —gritó desde el suelo.

Eso me dio tiempo para correr y salir de aquel lugar.

Al fin estaba fuera.

La brisa fresca movía mi pelo y los rayos de sol golpeaban contra mi pálida piel.

Me escondí detrás de un muro y pensé en las palabras de Draco: «—Piensa en el lago de plata...»

Cerré los ojos y respiré profundo, mientras apretaba mis manos magulladas en un puño. Empecé a visualizar aquel lugar mágico; en el cual ya había estado y no recordaba. Me traía paz y me sentía segura.

Abrí los ojos de nuevo cuando sentí que mi cuerpo daba un vuelco.

Me había aparecido.

Abrí los ojos y ahí estaba: Un lago rodeado por césped y pinos de color morado. El agua era cristalina, con reflejos plateados, como si en el agua hubiese playa líquida. Miré hacia arriba y el cielo era diferente. Los colores que predominaban en él eran verdoso.

Me quité los zapatos y pude sentir el suave césped.

Me deshice de la ropa sucia que tenía sobre mi cuerpo y caminé cautelosamente hacia el agua.

Necesitaba limpiarme de todas las maneras posibles.

Quería eliminar la desagradable sensación de sentir las manos de aquel hijo de puta sobre mi cuerpo.

Entré en contacto con el agua y jadeé al sentir su calidez. Me adentré y decidí sumergirme por completo. Aguanté la respiración y me hundí en el agua plateada.

Ese acto removió algo en mi.

—¡Ven aquí! —reí.

—No —dijo él, nadando hacia detrás, alejándose—. No me vas a hundir.

Oblivion | Draco Malfoy (memoria #1) © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora