—¿ Finalmente está durmiendo?
Kyuhyun no dejó de caminar de un lado a otro mientras asentía con la cabeza a su madre. Palmeó suavemente la espalda de Hae mientras paseaba cruzando el suelo hacia un lado, antes de girarse y caminar de regreso.
Había estado paseando de un lado a otro durante unos buenos diez o quince minutos. Caminaría durante una hora si eso significaba que Hae no soltaba otro de esos chillidos agudos y ensordecedores.
El chiquillo tenía unos buenos pulmones.
—¿Crees que vas a poder encontrar a su padre? —preguntó Hanna Cho.
—Lo encontraré. —Habían pasado sólo dos días desde que había observado a Sungmin abandonar aquella oficina con olor a rancio, y cada segundo que pasaba hacía que sus nervios se tensaran solo un poco más. Encontrar a al hombre se había vuelto una obsesión, y no estaba seguro de que todo tuviera que ver con volver a reunir a Sungmin con su hijo.
Simplemente no sabía lo que era.
—Te ves bien con un bebé acurrucado en tu pecho, hijo.
Kyuhyun le dirigió una mirada en blanco a su madre.
—La única razón de que tenga a un niño arropado contra mi pecho es porque le prometí a su padre que lo cuidaría. —Y, al parecer, no podía dejar al niño fuera de su vista. Cada vez que alguien se llevaba a Hae a otra habitación, sus entrañas se retorcían de temor.
No podía explicarlo.
—Claro. —Los ojos de Hanna brillaban con diversión—. Te creo.
Kyuhyun volvió a poner los ojos en blanco. Estaba consiguiendo tener mucha práctica en ello, pero era mejor que decir lo que realmente sentía. No solo porque se trataba de su madre, sino porque no quería despertar a Hae. Habían sido solo unos pocos días desde que había estado a su cargo. Le había llevado menos de dos horas aprender lo mucho que prefería a Hae cuando dormía o sonreía. Todo lo demás era solo doloroso o un lío... o apestoso.
Nunca, ni una vez, en su vida había olido algo como lo que salió del pañal del chiquitín. La maldita cosa debería de estar registrada como arma biológica. Si no tuviera que olerlo, intentaría imaginar una manera de usarlo contra sus enemigos.
Podía pensar en un hombre en particular al que le gustaría enterrar en la hedionda mierda.
—¿Henry no ha encontrada nada todavía? —preguntó en un tono apagado, sin querer despertar al niño.
Hanna meneó la cabeza negativamente.
—Todavía está buscando. Tuvo que ser un poco imaginativo en la búsqueda para descubrir lo que los alfabetos se estaban ocultando los unos a los otros.
Kyuhyun bufó disgustado.
—Si el FBI, la NSA, la DEA, el ATF, el DHS, y la CIA decidían alguna vez compartir su documentación, el crimen podría ser erradicado de Estados Unidos.
La boca de Hanna se apretó con descontento.
—Estoy segura de que tienen sus razones para hacer lo que hacen, Kyu.
—Sí, todos quieren la gloria y no quieren compartirla con nadie más. —Kyuhyun había servido un tiempo en el ejército. Sabía exactamente lo bien que los alfabetos jugaban juntos, y eso era bastante mucho de nada. Era una de las razones por las que había abandonado el servicio.
—Supongo que es cierto —replicó Hanna—. Sin embargo, no...
Kyuhyun quería poner los ojos en blanco, pero prefería su cabeza conectada a sus hombros y su madre, estaba seguro, que se la arrancaría si era irrespetuoso.