Sungmin se miró fijamente en el espejo del baño. Incluso aunque había entregado un par de centímetros de su vida y llevaba puesto unos pantalones de pijama y una camiseta de Henry, todavía parecía un refugiado de una reyerta de bar, y nada podía arreglar eso salvo el tiempo. Tiempo que no estaba seguro de que tuviera. Si lo que Kyuhyun decía era cierto. Sus días estaban contados.
Eso iba realmente a joder.
Saltó ante el golpe suave en la puerta. Presionó una mano contra el pecho e inspiró lenta y temblorosamente antes de responder.
—¿Sí?
—Te traje algo de sopa.
Respiró con mayor facilidad ante el sonido de la voz de Kyuhyun.
Incluso a través de la sólida puerta de madera, sabía que era él. Unas pocas conversaciones era todo lo que había necesitado. No tenía duda de que podría detectar la voz de Kyuhyun en una muchedumbre de gente.
—Ahora mismo salgo. —Sabía que su voz era inestable, pero no había nada que pudiese hacer al respecto. Todo él se estaba estremeciendo.
Terminó de secarse el pelo lo mejor que pudo y luego colgó la toalla sobre el soporte de la cortina de la ducha. También se aseguró de no haber dejado gotas de agua por el suelo. Kyuhyun y su familia ya estaban haciendo bastante por él. No deberían tener que limpiar lo que ensuciaba a su paso también.
Una vez que se aseguró que todo estaba colocado de nuevo en su sitio, abrió la puerta. Kyuhyun estaba esperando al lado de la ventana, los brazos cruzados sobre su ancho pecho, su mirada fija en algo en la oscuridad o quizás en la misma oscuridad.
—¿Kyuhyun?
El hombre se giró, una pequeña sonrisa adornaba sus exuberantes labios.
—Te ves mejor.
—Me siento mejor. —Pero solo un poco.
Las zancadas de Kyuhyun al cruzar la habitación era el movimiento más sensual que había visto en años. Se preguntaba si el hombre incluso sabía la poderosa imagen que daba.
Cuando sus dedos trazaron ligeramente un sendero descendente al lado de su mejilla, tuvo que bloquear las rodillas en su sitio para evitar convertirse en un montón de sustancia pringosa a los pies del hombre. No podía recordar la última vez que alguien lo había tocado con tal gentileza.
Quizás nunca.
—Unos pocos días de descanso debería hacer que esto curase.
Sungmin asintió con la cabeza. Era bien consciente de cuánto tiempo les llevaba a sus moretones desaparecer. Probablemente tenía más experiencia con ellos que Kyuhyun.
—Algo de hamamelis ayudará. Aplicada dos veces al día, ayudará a reducir la inflamación y los moretones.
Los labios de Kyuhyun se apretaron.
—Odio que sepas eso.
Sungmin se encogió de hombros. Era lo que era. La vida le había enseñado una dura lección. La tenía bien aprendida.
—El hielo también ayudará, pero solo en las primeras veinticuatro horas.
—Iré por una bolsa de hielo —dijo Kyuhyun mientras caminaba hacia la puerta.
En mitad de la habitación, señaló una bandeja colocada en una pequeña mesa en la esquina.
—Come. Volveré ahora mismo.
Fue hasta allí y se sentó en el pequeño juego de desayunador para dos. Era de hecho un mobiliario muy íntimo, uno que descubrió que le gustaba. Quizás podría convencer a Kyuhyun de comer con él la próxima vez.