—Te lo preguntaré una vez más, Sungmin. ¿Dónde está Donghae?
Lee Sungmin miró fijamente al hombre del que se había enamorado dos años atrás, el hombre al que se había comprometido por siempre, el hombre con el que compartía un hijo... el hombre que se había convertido en un monstruo y había hecho de su vida un infierno.
Al principio, había estado aterrorizado por tener a semejante hombre poderoso interesado en él, queriéndolo, poseyéndolo. Había sido un noviazgo relámpago, volando con Eric a su hacienda en México a las pocas semanas de haberse conocido.
Cuando las semanas se fueron sucediendo, se volvieron meses y luego años, había aprendido dolorosamente la lección, que la personalidad dominante de su nuevo marido ocultaba a un hombre que se regodeaba en el dolor y la degradación. Cuanto más gritaba, más le gustaba a Eric.
Tan seca como tenía la garganta, no era fácil reunir saliva en su boca, pero el esfuerzo fue más que satisfactorio al ver el asombro en el rostro de Eric cuando le escupió. Eric se limpió el escupitajo de su cara antes de levantar su mano en el aire y le dio un guantazo tan fuerte que sus oídos pitaron.
—Me dirás lo que quiero saber, Sungmin.
Siempre y cuando su hijo estuviese a salvo, no le preocupaba lo que le pasara a él. Había hecho lo que tenía que hacer y encontró la manera de salvar a Hae de Eric. Sabía que cuando no regresara por Donghae, lo más probable es que Kyuhyun diera al niño a los servicios sociales, pero ser criado por extraños era mejor que estar en manos de un maníaco.
La garganta de Sungmin le dolió cuando se rió amargamente.
—Qué te jodan, Eric. —Sabía que las palabras le traerían más dolor, pero estaba más allá de preocuparle ya llegado a este punto.
La furia fue instantánea, tanto como el dolor que Eric le inflingió para intentar quebrantarlo en sumisión. A través de cada puñetazo, cada patada, Sungmin sonrió. Incluso cuando el mundo comenzó a desvanecerse, supo que tenía una buena razón para sonreír. Donghae estaba a salvo y su sufrimiento estaba a punto de terminar.
Cuando su visión se volvió borrosa y se desvanecía en negro, escupió la sangre acumulada en su boca y levantó la vista hacia el hombre del que se había enamorado hacía dos años.
—Quiero el divorcio.
Eric se puso de cuclillas delante de él, agarrandolo de la mandíbula de forma dolorosa.
—Me perteneces. —gruñó Eric—. Me pertenecerás hasta el día en que mueras.
—Vale. — Sungmin cerró los ojos y simplemente se dejó llevar.
◇◇◇◇
Una toallita fría sobre la cara hizo que Sungmin se revolviera para despertar. Abrió sus ojos amoratados tanto como pudo y observó el rostro de la persona que estaba limpiando sus heridas.
—María —murmuró roncamente, dándose cuenta de que por el momento estaba a salvo—. ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?
—Dos días.
Sungmin suspiró de cansancio. Esta era una escena que había interpretado más de una vez en los últimos dos años. Después de sufrir una de las diatribas de Eric, se despertaba con María limpiándolo y atendiendo sus heridas.
Si esta vez era como las anteriores veces que había estado en esta situación, habría un guardia armado posicionado en el exterior de la pequeña habitación en la que estaba. Tendría un par de días de reposo curando antes de que Eric o bien viniese a pegarle de nuevo o le trajera flores y suplicara por su perdón, jurando que nunca volvería a pasar.