2 - Bestias

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~• Eric •~

Lo escucho en su voz, cuando algo es diferente. Tiene un tono inusual y una intensión volátil; casi puedo verlo frente a mí, con esa manía que tiene de agarrarse la barba de más cuando algo lo inquieta. La última vez que hablamos fue hace una semana y no le dije que regresaría, porque me gusta sorprender a la familia. Seis meses en Canadá despejaron mi mente y debo admitir que extrañé mi tierra natal y la falsa felicidad del sueño americano. Extrañé este cielo, estas casas, extrañé lo fácil que es hablar con Jack e irrumpir en su vida sin avisar, ser recibido con brazos abiertos en un hogar tan común y corriente. Hemos sido dos partes de una sola cosa por demasiado tiempo, el suficiente para que en tan poco lo haya extrañado.

Son las nueve con cuarenta minutos cuando me estaciono afuera de su casa, una hermosa vivienda familiar de dos pisos y fachada celeste, ventanas coloniales y un hermoso jardín que debe ser la envidia de los que se preocupan por banalidades así. La luz de la sala está encendida pero baja, por lo que sospecho que deben estar cenando. Me acomodo la chaqueta de piel y bajo del auto, apagando mi cigarrillo en el piso con mi botín y caminando después a la entrada abierta, al caminito de asfalto que lleva a la puerta. No puedo esperar a cuestionar a Jack pero tendré que aguantar hasta que estemos solos, pues nunca se le ha dado eso de hablar con alguien más presente, mucho menos si es su esposa.

Saqué de la cochera el Corvette que papá me regaló cuando me enlisté en el ejército y Jack lo ha escuchado enseguida, pues justo al llegar a la puerta, esta se abre y frente a mí está mi primo mayor y mi mejor amigo, luciendo una sonrisa enorme entre una barba frondosa y rubia. Sus ojos son de un azul intenso, y muy expresivos, puedo ver cuánto me extrañó y cuánto lo sorprendí un segundo antes de que me abrace. Se siente como casa, huele como tal. Crecí con él, siempre lo tuve a mi lado. Estuve en la guerra junto a él y ahora tenemos una vida tan diferente; él es un hombre de familia y yo... Bueno, yo no podría ser eso.

—¿Cuándo llegaste? —me pregunta al soltarme, con una gran sonrisa y ojos brillantes.

—Hace unas horas —contesto y entonces llega Maggie, la hermosa Maggie, la mujer más importante en la vida de Jack, la más constante.

Se conocieron en la preparatoria y comenzaron a salir a los dos meses. Desde entonces han estado juntos y debo admitir que en algún momento llegué a sentir celos, porque aun a sus treinta y cinco años, es perfecta. Ojos grandes y castaños, cabello oscuro, brillante y suave, siempre me ha gustado meter las manos en este. Nos saludamos con besos en las mejillas mientras yo acaricio sutilmente su cabellera y después nos abrazamos con gusto. No es pequeña en sí pero si a comparación de nosotros; se tiene que estirar para enredar los brazos en mi cuello y yo me agacho para rodear su cintura.

—¿Ya viste a tu mamá? —pregunta Jack mientras entramos a la casa, a su acogedora y cálida morada, con decoración al gusto de Maggie y un reconfortante aroma a comida casera.

—Y a la tuya, estaban cenando juntas. ¿Y el niño?

—Dormido —responde Jack, posando una mano en mi espalda y poniendo los ojos en blanco aprovechando que Maggie va adelante de nosotros. Ama a mi ahijado, pero no tiene madera de padre.

"Fue un accidente feliz" me dijo alguna vez, con una sonrisa tiesa.

—Solo vine a saludarlos... —exclamo en un intento de irme, ya que ambos visten pijama,aunque la verdad es que no tengo a donde más ir.

Maggie se voltea para encararnos, su sonrisa es bonita y se le hacen leves hoyuelos en las mejillas.

—Te ves como que necesitas una buena comida y para tu suerte, hice roast beef —me dice.

DollyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora