10 - El lago (Parte I)

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~• Eric •~

Hice algo que no debía, pero no puedo pensar más en ello cuando Krista sube al auto y se mete entre los asientos, sus manos frías en nuestros cuellos y sus cálidos labios primero en su mejilla, después en la mía. Los posibles atisbos de culpa se esfuman tan pronto emprendemos el camino, a pesar de que un residuo se queda, este instigado por otra razón. No puedo olvidarlo, pone cierta presión en mi pecho. El recuerdo de estar con Krista me persigue y no puedo dejar de pensarlo, especialmente cuando nota mi anillo y lo menciona, llevándome a decirle que fue un obsequio de Jack.

Comienzo a preguntarme si tal vez debería confesar.

El agobio se atenúa con la distancia recorrida, el viento es fresco y el cielo está despejado, el suave sol de finales de verano colorea los ojos de Krista de dorado mientras nos enfrascamos en una discusión sobre teorías conspirofóbicas orquestada por Jack y esa famosa hipótesis que dice que nuestras vidas son una simulación creada por una raza superior. Se burla de nosotros mientras intentamos defender puntos de vista igualmente extremistas; yo la llamo paranoica y ella me dice que soy un crédulo, que me han lavado el cerebro. Y mientras tanto Jack ríe, interviniendo de vez en cuando con un comentario sarcástico, sin disimular la manera en la que observa a Krista por el espejo retrovisor.

No quiero pensar en ello, no tiene caso. No quiero indagar en la veracidad de mis sospechas porque sé lo que encontraré en el fondo, y no, no me interesa hacerme a un lado. Sé que lo pediría, de ser posible, en un escenario en el que no tuviera que perder a Maggie para obtener lo que realmente quiere. Sé que Jack me lo diría de frente y sin tapujos, incluso un poco agresivo al hacerme saber sus razones, así como cuando acordamos que ninguno se la tiraría sin el otro presente. Pero las preguntas son inevitables, las dudas plagan mi mente cuando me doy cuenta de que no lo había visto tan feliz en... Años. La forma en la que sonríe cuando Krista mete sus pies entre los asientos y lo molesta me causa enfado. Pero no tanto como cuando Jack, en lugar de enojarse, toma uno y lo acaricia.

La cabaña está a una hora de la ciudad y hace más calor conforme avanza el día. Jack habla con Maggie cuando ya casi llegamos y Krista hace algo peligroso que ninguno de los dos previó y que logra que Jack se desconcentre y nos dé una mirada iracunda mientras intenta permanecer tranquilo para Maggie. Krista se metió entre los dos para subirse a mí, aun con las largas piernas entre los asientos. Su trasero cae en mi regazo y sus brazos se enredan en mi cuello, tomándome todavía sorprendido por su arrebato cuando me besa apasionadamente, quitándome el aliento. Siento la mirada de Jack, punzante y celosa. Va y viene, prestando atención a la carretera desierta entre miradas enfurecidas en nuestra dirección, mientras le miente a Maggie, diciéndole que yo lo estaba molestando y por eso gritó.

Krista es tan odiosa como encantadora, un súcubo del que uno se termina enamorando, la marea inevitable en el vasto océano de la vida. Se burla de Jack mientras este intenta mantener la calma, y me contagia, nos reímos en su cara y Jack solo se enoja más, desatando un ataque de risa que acallamos como niños idiotas. Me besa para callarme, trayendo sus pies también a la parte delantera del auto, ayudada por mí. Me entrego con todas las ganas al beso mientras acaricio sus piernas y pronto, por el movimiento de la derecha, me percato de que su pie intenta estimular a Jack.

—... Ya casi llegamos de todas maneras, lo primero que haremos es refrescarnos en el lago —le dice este a Maggie mientras mis labios devoran los de Krista, nuestras lenguas inmersas en una desesperada danza que activa la circulación en mi polla y me lleva a meterle una mano entre las piernas—. Yo le digo... Bien... Yo igual, saludos... Hijos de puta, ¿Les parece gracioso que casi tuviéramos un accidente por su imprudencia? —nos acusa al terminar la llamada y nos separamos enseguida, mirándolo.

DollyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora