4 - Soledad

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~• Eric •~

Habla mientras se abrocha el sostén, sentada a la orilla de la cama con un cigarrillo atrapado entre los labios. Su cabello castaño todavía está húmedo, pues fuimos sorprendidos por una tormenta antes de llegar aquí, donde apenas nos dijimos nuestros nombres antes de desnudarnos. Estamos atrapados entre cuatro muros blancos, adornados por sombras en la madrugada. Llueve todavía y la habitación se ve inundada por la luz azul de un edificio cercano, destellos de ensueño para amantes insomnes. Por un momento pienso que estoy con Krista, estoy demasiado ebrio. Marie tiene el cabello castaño y largo por igual, su piel es blanca por naturaleza pero besada por el sol, mientras que la de Krista es pálida como la porcelana con la que crea a las muñecas que nos observan follar desde una repisa en su alcoba.

Cuando despertamos después de caer rendidos, Marie se va tras darme un beso en la mejilla, argumentando que mañana verá a su novio para desayunar, y yo suspiro mientras observo el techo y las gotas que se proyectan como sombras fantasmales desde el vidrio del ventanal a mis pies, perdidas en los destellos azules que las engullen como un vasto océano de luz incandescente.

Despierto de la misma manera que siempre, solo. No es raro que esté desnudo debajo del edredón y que me duela la cabeza gracias a la resaca; por eso prefería las drogas. Huelo a vodka y a perfume femenino barato, quiero dormir más pero las cortinas están abiertas y entra de lleno la luz solar, potente aunque blanquecina por las nubosidades que aprisionan al sol. Llueve todavía, pero apenas es una llovizna suave que acompaña el ruido del tráfico matutino. Observo mi departamento: Todo en perfecto orden, pocas pertenencias y pocos ornamentos en un espacio en el que predominan el color blanco, azul y gris oscuro. Una mujer cuya cara no recuerdo limpia la casa todos los días y desaparece antes de que yo llegue o despierte. Se marcha de la misma manera que Marie, sin causar un efecto.

Es jueves o viernes, no estoy seguro y no importa. El día comienza cuando logro levantarme de la cama tras haber estado sentado por casi veinte minutos y voy al baño con pereza, cuando me mojo la cara con agua fría y espero a despertar por completo, sacudiéndome la náusea y el dolor de cabeza propio de la resaca de alcohol. Se volvió un hábito: Salir, perderme, encontrar con quien follar y follar hasta cansarme, para despertar solo y con resaca a la mañana siguiente. Me acostumbré a tomar esta vida como rutina en Canadá y regresé sin la intención de cambiarla, aunque comienzo a sentirme cansado. He despertado con esta sensación durante años, de los cuales los últimos diez han estado aderezados por un síndrome post-trauma que me volvió adicto a las pastillas.

Cómo las extraño por las mañanas.

Son las ocho y media de la mañana, a veces se me dificulta dormir después de esta hora. No puedo evitar pensar en James y la mirada desaprobatoria que me da cada que se me ocurre pararme en la galería que nuestro padre nos heredó, aun cuando he cambiado; aún piensa que soy un niño malcriado que fue a un país enemigo a gastar el tiempo que tiene de sobra. "No es necesario que estés aquí" me dice con displicencia, lo repite cada que intento acercarme un poco siquiera. El negocio del arte es todo menos divertido pero nos fue heredado por mitad cuando papá murió, y sin embargo soy el sujeto al que se le paga sin asistir, todo porque mi medio-hermano me detesta desde que nací.

Me detengo cuando paso por la sala, preguntándome cómo es que Jack sobrelleva su vida de una manera tan normal, sin la ayuda de drogas. En la mesa de centro hay una pequeña caja de madera que mantengo ahí a propósito, a pesar de que mi terapeuta me dijo que me deshiciera de ella. Me llama masoquista, yo río y le digo que sí. La caja contiene un par de condones para cuando se me ocurre tirarme a alguien en la sala, así como un blíster de los ansiolíticos que me esclavizaron por un año, y un frasco pequeño con cocaína. Le prometí a Jack que no volvería y él me creyó, creo que fue el único que lo hizo. No sabe que aunque sí he controlado mi consumo, no he dejado las drogas del todo, y que hay momentos, días como este en particular, en los que me siento particularmente propenso a recaer, duro.

DollyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora