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Taehyung echó a correr después de hablar con la maestra Hyeon, sobre lo sucedido anteriormente.

—¿A dónde vas? ¡Tú debes ser el primero en darle la cara al maestro!

—Sí —respondió—. Ahora los alcanzo.

Fue directo hacia la reja trasera. No se detuvo ni un segundo a averiguar si el camino estaba libre. Trepó con rapidez por la esquina más baja, arrojó su portafolios a la calle, y saltó sin mirar atrás. Corrió durante veinte minutos hasta llegar a su casa.

Por fortuna no había nadie. Con profunda pena destornilló de Fred el objeto principal, dejándolo inservible y se lo echo a la bolsa para correr de regreso a la escuela. En su fuero interno había una confusión enorme. Sentía que traicionaba a su padre con esa acción, que perdía para siempre su posesión más valiosa, pero a la vez sentía gozo al poder darle algo tan apreciado a Hyuna.

De regreso le fue mucho más fácil entrar a la escuela. La puerta estaba entreabierta y no había ningún prefecto cerca.

Con pasos lentos llegó hasta el laboratorio de química. Estaba vacío. Sólo había una persona encorvada, sentada en un banco de espaldas a la puerta. Era el nuevo profesor.

Taehyung entró muy despacio y se acercó. El maestro se hallaba leyendo una hoja.

—¿Profesor?

Giró la cabeza con brusquedad.

—Dime.

—Quisiera hablar con usted.

Asintió.

—Adelante.

—Estoy muy avergonzado por el problema que causé. Debí obedecer cuando...

—Está bien, hijo —lo interrumpió.

—Quiero pedirle una disculpa.

—La jefa de tu grupo ya lo hizo, en nombre de todos. Vinieron hace rato. Yo no les dejé entrar... Estaba muy enojado. Luego llegó  Hyeon. Me trajo este escrito... Fue un cubetazo de agua fría.

El muchacho no supo que decir. Se asomó con discreción a la hoja que la coordinadora le había dado al maestro. No pudo leerla.

—Yo... —comenzó titubeando—, debí salirme cuando usted me lo pidió. Mejor dicho, debí poner atención a la clase...

—No te preocupes, vete tranquilo.

—¿Entonces, me perdona?

—Sí...

Dio la vuelta muy despacio y abandonó el laboratorio.

Se dirigió hacia la explanada principal, brincando de alegría a cada paso.

Cuando vio aquello se inmovilizó:

A su costado izquierdo, en el fondo del prado que delimitaba la cancha de básquetbol, había una rosa roja. Pensó que podía dársela a la pecosa con el lente de su microscopio, pero consideró que la idea era arriesgada y cursi. Siguió caminando.

Hasta que regresó sobre sus pasos. Iba a ser difícil llegar hasta el rosal. Tendría que saltar la cerca de alambre y correr como diez metros antes de tenerlo al alcance, si un prefecto lo sorprendía, sería castigado. Ya había salido bien librado escapando de la escuela por casi una hora sin ser descubierto. ¿Para qué volverse a arriesgar?

Observó la rosa. Si lograba dársela a Hyuna, indirectamente se la estaría dando a Hope.

No lo pensó más; saltó la alambrada para atravesar el césped. Llegó a la planta y cogió el tallo. Una espina se insertó hasta el fondo de su dedo pulgar; retiró la mano con rapidez y se llevó el dedo a la boca. Giró la cabeza para cerciorarse que nadie lo veía, pero una persona se aproximaba. ¡El prefecto Choi! Con la respiración alterada hizo otro intento de arrancar la flor para echar a correr. Esta vez varias espinas incrustraron en su palma; la exaltación lo hizo olvidar el dolor y jaló con fuerza. Aunque la plantita se deshojó, el tallo no cedió. Agachó la cabeza dándole la espalda al prefecto. Esperaba ser llamado en cualquier momento, pero lo que escuchó fue la voz de otro chico.

—Hey, Choi, ven, ¡Te tengo que decir algo!

Taehyung giró de inmediato; era Hope, lo había visto y estaba a punto de delatarlo. Supo que era oportunidad de correr, pero se quedó quieto; él comenzó a hablar con Choi sin señalarlo, y él comprendió que el chico estaba distrayendo al prefecto. Lo captó por la fugaz indicación que él hizo con la mirada, como instándolo a salir de allí pronto. Se volvió hacia la flor, dobló una y otra vez el tallo; la rosa comenzó a deshojarse pero no sé desprendió. Chasqueó la boca. No podía ganar siempre. Dejó el rosal semidestruido sobre la tierra y volteó a ver a Choi; estaba dando manotazos al aire como enojado por alguna tontería. Corrió al alambrado, lo saltó y, en vez de huir, permaneció ahí sin ninguna razón aparente, mirando a su príncipe. No se iría hasta que... Al fin, lo vio de reojo y en ese momento Taehyung le mandó un beso con la mano. Él escondió su mirada.

Las clases acaban de suspender porque la escuela técnica de Hermosillo, Sonora, ofrecería un festival de exhibición en el patio central. Muchas sillas, extraídas de las aulas, habían sido colocadas alrededor del solar.

Fue la explanada principal donde estaba a punto de iniciar la muestra artística. En el camino, casi se topó con su profesora Hyeon.

—¡Maestra! Vengo del laboratorio. Vi al profesor muy pensativo leyendo un escrito que usted le llevó.

—¿De verdad?

—Sí. Maestra, ¿Qué le escribió al profesor?

—Un texto muy fuerte.

—¿Lo regañó por escrito?

—No, sólo le di algo que redacté hace varios años para un curso de maestros.

—¿Podría enseñármelo?

—Pasa a mi oficina, antes de que empiece el festival. Te daré una copia. No se lo muestres a nadie.

—Claro.

Recibió la hoja de la maestra y la guardó como un tesoro para pegarla en su libreta de c.c.s. Después.

Muchas personas cambian cuando se les da autoridad. Humildes trabajadores se convierten en alzados mandamases, buenos servidores se vuelven arrogantes.
Las instituciones de prestigio atraen a personas inseguras que desean, a toda costa; cosechar donde no han sembrado.

Los fracasados allegados a las empresas de éxito se convierten en subjefes déspotas: maestros autoritarios, hijos holgazanes del papá rico, representantes de artistas deslumbrados por la fama, funcionarios de gobierno, auxiliares de importantes personalidades... Todos ellos tienen con frecuencia  el complejo de “mira lo grande que soy”. Se envanecen  de los triunfos de otros. Tratan con desprecio a la gente.

La pulga sobre el perro creía que es ella quien camina rápido.
Ni el propio líder de la empresa, qué es casi siempre una persona muy ocupada, trata con prepotencia a los demás. Pero el subordinado lo hace. Es un “tirano con fusil”. Amenaza a todos mostrando el arma que se le dio: su credencial. Fanfarronea, bloquea los asuntos, roba e impone condiciones de dinero.

La pulga, por sí misma, nunca logrará tener poder, pera en cuanto la colocan sobre el perro, ostenta su posición y se burla de las demás que van en el piso. Los subjefes déspotas, tarde o temprano caen en desgracia, A menos que rectifiquen y aprendan a servir con respeto.

¿Qué tipo de susbjefes están en tu organización?

¿Qué tipo de jefe eres tú?


















Quiero mencionar que la historia lo voy a terminar ya, si no lo hago ahora no creo hacerlo después.










No puedo creer que este capítulo solo lo hayan leido dos personas (个_个)
Antes de subirlo realmente pensé que les iba a gustar :/
Pensé mal.

LOS OJOS DE MI PRÍNCIPE•[VHOPE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora