IX

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Estaba sumido en estos pensamientos y había perdido la noción de cuanto le rodeaba en esos momentos. Fue por eso que no percibió la presencia del viejo Thomas, quien luego de tomar asiento frente al joven tal como lo hiciera la noche anterior, pregunta.

— ¿Me invitas una copa Alex?

Entonces vuelve a la realidad bruscamente y sale del mundo de sueños en el cual se encontraba, para penetrar en un mundo de realidad, también de sueños y cosas bellas, pues pensaba que el hablar con Thomas, cualquiera que fuese el tema, ya era un verdadero placer, ya que el viejo poseía esa magia de la sabiduría y sobre todo porque había demostrado un profundo interés por la suerte de él y ella. Esto último le hizo apreciar aún más al anciano, por eso responde presuroso.

— Sí, claro, sírvete las que quieras ¡Ah! Y gracias por venir — y luego de una breve pausa — temí que no vinieras. ¿Sabes?

— ¿Por qué temías que no viniera? — dice Thomas, con esa calma propia de quiero conoce la vida y sus penas — ¿acaso te cansé anoche con mi confesión absurda?

— No, no por favor al contrario, me gustó tu confesión y te agradezco el habérmela confiado — tenía unas ganas locas de preguntarle al anciano por qué no se había despedido la anoche anterior, pero prefirió callar por temor a molestarlo.

— Dime Alex. ¿A qué hora te recogiste anoche?

— La verdad, ni bien noté tu ausencia me marché, sin tu compañía no tenía caso haberme quedado.

— Te preguntarás el por qué no me despedí, ¿verdad? Te lo diré, lo importante en la vida no es llegar primero que los demás, sino más bien, saber llegar, y acompañado a esto, uno tiene que ver el momento oportuno en que debe retirarse; pues tanto lo primero como lo último son importantes Alex, no lo olvides.

— Gracias Thomas. Pero dime ¿Dónde vives? ¿En la ciudad tal vez y éstas aquí al igual que yo, sólo está temporada, o vives al otro lado del mar?

— No, vivo aquí en la playa.

— ¡Cómo! en la playa. ¿Durante todo el año? — pregunta extrañado, pues si es verdad que en verano la playa es un lugar maravilloso, también es lógico suponer que al final del mismo ambiente en Aguas Claras debe ser desolador — no puede ser y dime, ¿qué haces aquí durante todo el año? no sería mejor para ti a tus años vivir en la ciudad. Uno nunca sabe, una enfermedad tal vez, o algo así...

— No muchacho, dime ¿podrías tú acaso alejarte del lugar donde conociste el amor por primera vez? ¿Dónde amaste y fuiste amado, no importa lo que haya pasado después? Dime, ¿huirías tú acaso de tan mágico lugar?

Alex no contestó, por un momento queda pensativo... se dice que si el viejo no tiene razón — cosa muy remota en él, pues casi siempre la tiene — entonces, ¿por qué él mismo había rehusado por la mañana alejarse de Aguas Claras, alegando ante Nick que tenía unas cosas que dejar aclaradas con Thomas? ¿Sería acaso la compañía del anciano lo que le motivó a quedarse, o sería más bien la razón que obligaba a su viejo amigo permanecer allí, la razón por la cual él había rehusado volver a la ciudad?

— Sí... Thomas — dice apesadumbrado — creo que no me atravería a alejarme del lugar donde amé y fui amado, es esa creo, la causa de mi permanencia aún aquí.

— Puede ser muchacho, pero creo que aún eres joven y hermoso además, para entregarte como yo a rendir un culto de amor a quien tal vez no lo merezca. Mira, tú puedes buscar consuelo con algunas chicas por ahí, hasta que logré cicatrizar en ti corazón la herida que hoy te aqueja, después, cuando creas que está ya no duele más, puedes volver a enamorarte.

Primavera... AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora