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- ¡Qué hermosa era, Thomas! - acaba diciendo - ¡Oh! Cuan feliz has sido. Ahora te admiro mucho más, pues creo que el dolor de su traición es nada comparado con la dicha que a su lado haz vivido ¡Oh, dichoso de ti afortunado anciano!

- Así es, tú lo has dicho. Su traición es nada comparado con lo feliz que fui a su lado, es por eso que me siento dichoso y vivo sólo para honrar su recuerdo.

- Pero dime, ¿Fue aquí en este lugar donde ustedes se amaron tanto?

- No, fue una cabaña cerca de la playa donde viví la Primavera de mi vida muchacho

- ¡Cómo! No es posible que si tanto la amaste y viviste sólo para honrar su recuerdo, te hubieras deshecho de la cabaña que les cobijó en sus momentos felices.

- Te lo digo muchacho que de ese tiempo a éstos días hace mucho ya, al quedar solo y decidido a honrar su recuerdo, sabrás que rompí completamente con mi familia, la cual nunca aprobó nunca mi decisión. Así, al cabo de cierto tiempo y acosado por la necesidad, primero tuve que vender un automóvil, que lo adquirí especialmente para cuando Valeria y yo nos hubiésemos casado y salir en él de la iglesia. Luego que otra vez la miseria hizo presa en mí, más que por mi voluntad fui casi obligado a vender al Estado mi cabaña, claro que con la venta de ésta el Estado aún me pasa una pensión, pues escuché decir que la adquisición hizo bien a éste, que la obsequió a un héroe de no sé qué batalla. Y ya ves muchacho que el perder el automóvil no causó en mí pena tal, como me causó la venta de la cabaña, debes saber que esa cabaña la construimos los dos con nuestras manos. Alex, ¿Te das cuenta? Mira yo amarraba las cañas, mientras ella me pasaba las lianas del lado opuesto, yo cortaba las tacuaras de bambú, mientras ella hacía el transporte, yo cavaba el hoyo, mientras ella sostenía el puntal de la esquina, y fue así hasta el final, ¿Sabes que el diseño fue idea suya? Verás, en aquella época vinieron del extranjero expertos constructores a construir todas las cabañas que hoy existen, pero Valeria insistió que sí debíamos vivir en una, sería fruto del esfuerzo de ambos, y así fue, al cabo de 30 largos días nuestro nido de amor estaba pronto a abrigarnos.

A medida que el viejo hablaba, gruesas lágrimas bañaban sus mejillas, él lo escuchaba atento, con ojos vidriosos, le parecía que aquella historia de amor no debió verse empañada por un canalla adinerado y crecía en el unas ganas locas de tener frente a sí, a aquél intruso y despedazarlo con sus grandes manos. Por último pregunta.

— ¿Desearías poder adquirir otra vez tu cabaña?

— Toda lo vida he soñado querido amigo, más nada puedo hacer ante la impotencia de mi magra económia.

— Si yo la comprara y te la devolviera. ¿Aceptarías tú eso?

— Con todo mi corazón muchacho, si hay algo que aún puedo pedirle a la vida, es poder expirar en paz en dicha morada. Recorrerla repetidas veces al día, antes de acostarme y también al levantarme, daré gracias al Creador por tal grandiosa dicha.

—Muy bien Thomas, gracias por aceptar, pero dime, ¿Cuál de las tantas cabañas es la tuya? Pues hasta hoy lo ignoro.

— Fácil de reconocer amigo, si bien hace años que no me asomo por allá porque pienso que sí así lo hiciera moriría tal vez de nostalgia, por tanto, no sé su ubicación exacta ahora, sin embargo te puedo asegurar que podrás reconocerla por algo que en particular tiene mi cabaña.

— ¿Qué es? Dime, dime, que por muy difícil que fuese voy a reconocerla.

— No creo que sea difícil, cuando los constructores extranjeros construyeron las demás cabañas, lo hicieron pero sin garaje, la mía en cambio posee su propio garaje, ya que como te dije anteriormente en aquella época poseía un automóvil y por lo tanto necesitaba el garaje.

Primavera... AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora