II

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La luz del nuevo día penetró en el cuarto de Nancy, ubicado en la planta alta de la elegante residencia. Al abrir las ventanas para tomar el fresco y escuchar el trinar de las aves, además de llenar los pulmones con aire puro, más bien con olor a mar, un olor sano y fresco como la brisa veraniega.

Sorprendida quedó al dirigir su mirada para la cabaña, en la cual escuchara un barullo tremendo la noche anterior, ya que, lo que llamó su atención mo fue precisamente el barullo, que de seguro pensó, era otra vez el lunático del verano pasado, sino más bien fue aquél convertible rojo, último modelo. Fue por eso que salió de su habitación con bastante prisa en pos de su amiga, que a su vez ya venía en su busca para darle los buenos días.

— ¿Qué tal Nancy? — saluda Daniela alegre.

— Bien gracias, ¿y tú dormiste bien?

— Por lo menos un poco, después de aquél barullo que duró creo hasta la madrugada, debe ser otra vez el loco de la cabaña contigua.

— Sí, no puedo negar el barullo fue muy molesto pero, ven, quiero mostrarte algo.

Ambas se dirigen hacia la ventana con vista a la cabaña y observan por un momento en silencio.

— Y bien. ¿Qué piensas ahora? — indaga Nancy.

— ¿Qué debo pensar? Qué llegó de nuevo ese loco.

— Mira. ¿Es acaso el mismo automóvil del verano anterior...?

— No. La verdad no, pero nada le cuesta al loco ese comprar uno del año.

— Yo creo que no. Fíjate, no te dice nada el color, lo convertible que es, bueno algo que no se identifique con el sujeto  ése.

— No. Ya que un auto así tanto lo usa un loco, como un joven. ¿Qué diferencia hay hoy en día? Cuando los jóvenes son más locos aún.

— Vamos, no exageres, yo creo que se trata de jóvenes y no del sujeto ése..., bueno lo digo por el modelo del auto.

No había terminado bien de formular las últimas palabras Nancy, cuando por la puerta de atrás de la cabaña sale un joven de cuerpo atlético, cabellos negros ondulados y rostro juvenil, el mismo que luego de estirarse un poco hacia el techo del garaje, dando la impresión de haberse levantando no hacía algún instante, se pone hacer en el suelo un poco de ejercicios, tirando de vez en vez, la bien cuidada melena hacia atrás. Al momento sale de la misma puerta otro joven vestido de igual forma que el anterior, sólo que éste de tez más blanca que su amigo y el pelo castaño y en lo único que se asemejan es en el cuerpo y la melena, no dejando por eso de tener un rostro cautivador...

Desde la ventana observan Nancy y Daniela, que ambos jóvenes cruzan algunas palabras, él de tez más clara explica algo al otro, que sólo responde meneando la cabeza al tiempo que continúa sus ejercicios matinales, da la impresión que aquél le dice algo de algún malestar de la cabeza o algo así, ya que al hablar se toca varias veces la misma. Al fin se detiene el joven que estaba haciendo ejercicios, y es la vez el otro, que tan sólo logra hacer tal vez la mitad o menos que el anterior y luego se levanta. Ambos sonríen y entran en la cabaña, para el acostumbrado baño matinal.

Ellas, que habían seguido con atención cada uno de los movimientos de ambos jóvenes, se miran y sonríen, a la vez que Nancy defiende su teoría.

— ¿Ves? Te lo dije, se trata de dos jóvenes solitarios tal vez, en busca de amistad para pasar un lindo verano. Mira, yo creo que ésta temporada tendremos unos buenos vecinos, más buenos aún de lo que yo pensaba — dice en tono cómplice.

— No te hagas ilusiones, tipos como estos así de caritas bonitas vienen a veranear por lo general acompañados, y ya verás que compañías se gastan esos bullangueros, tal vez unas de esas tipejas como ellos.

Primavera... AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora