Capítulo Segundo

16 0 0
                                    

- Feliz cumpleaños papá – Dijo con un nudo de emoción en la garganta al tiempo que lo abrazaba, rodeándolo con sus brazos torpemente. No solían ser muy demostrativos, pero el hecho de que su padre luego de dos infartos y varias cirugías estuviera allí para su cumpleaños número cincuenta y dos, de pie y hablando con sus invitados como si nada, era un hecho que hacía inmensamente feliz a Aris.

Soltó a su padre después de un largo abrazo, y le miró con cariño, entrecerrando sus enormes ojos claros y mirando a los de él, azules, un tanto fríos después de más de dos décadas lidiando con el comité directivo y las juntas laborales, pero todavía vivos y con aquella agudeza que todos sabían que poseía en exceso. Aris obviamente había heredado sus extraordinarios ojos de su madre, aunque si era posible, los suyos eran ligeramente más cristalinos.

Le extendió un paquetito pequeño y cuadrado y se lo depositó en las manos. – Es una corbata, sé que no es muy original, pero no se me ocurrió que darte, suponía que ya estabas atiborrado de libros y tus amigos de otras editoriales te iban a llenar aún más las estanterías el día de hoy. – Se encogió de hombros a modo de disculpa. La verdad era que desde el incidente en el callejón, cada vez que intentaba pensar en un regalo para su padre, le venía a la mente la mirada de burla de aquel chico y su boca… y lo que había en esa boca minutos antes. Cabe decir que las sensaciones eran suficientes para que se encerrase en el baño y para su gran vergüenza y bochorno personal, tuviera que… bueno, liberar sus frustraciones de manera manual. Nunca iba a admitirlo, era penoso y pervertido, además de impropio para él, pero así era, de modo que termino pasando por una casa de ropa de camino a lo de su padre, y compro lo primero que vio.

- Gracias hijo, mañana mismo la estreno, tengo una importante reunión con la junta y necesito un amuleto. – Puso el regalo sin abrir en una pila que había junto a la puerta de entrada y lo invitó a pasar. Dentro del amplio departamento, ya había dos docenas de personas pululando entre las mesas con comida, intercambiando tarjetas de presentación y charlando de forma amena, que no significaba relajada, pues siempre estaba a la mira de un nuevo negocio.

– ¿Cómo va todo en tus clases? Espero que cuentes con algún momento para relajarte, por lo que sé estas tomando demasiadas clases, no quiero que sufras un pico de estrés como tu viejo padre… - Le palmeó la espalda a Aris, dándole una sonrisa cómplice. “Pico de estrés, sí, claro” pensó Aris, así le decía su padre a un infarto leve.

- Estoy bien, papá. Solo quiero terminar lo más pronto posible. Sabes que estoy invirtiendo tiempo precioso, que podría utilizar para terminar mis manuscritos. – Tomó un sándwich de miga de una mesa y siguió a su padre a través del apartamento.

- Aris, no sé cuántas veces tengo que decírtelo, tienes veintitrés años, eres joven y tienes todo el tiempo por delante. Termina tus estudios con calma, interioriza el conocimiento, date el tiempo de conocer un poco el mundo antes de encerrarte en una habitación con olor a café y tabaco a escribir quince horas por día… Sé de lo que te hablo, la vida de un escritor amateur no es glamorosa, y aun cuando eres famoso, pierdes contacto con el exterior cuando estas escribiendo. Quiero que estudies y que te abras un poco al mundo antes de sumergirte de cabeza en este negocio, hazme caso hijo, aunque sea una vez escucha a tu padre. – Armand inspiró profundo y miró a su hijo, aunque iba bien vestido, se notaba que lo había hecho a las apuradas, tenía la camisa por fuera del pantalón, la corbata torcida, el pelo un poco revuelto como si hubiese llegado corriendo y aquellas bolsas bajo los ojos, esos preciosos ojos que había heredado de Angeline… seguramente había estado largo tiempo sin dormir, apestaba a café. No podía evitar pensar que ya solo el aspecto era de un escritor freelance. Suspiró. – Aris… ¿Qué me dices, hay algo nuevo en tu vida, aparte de la universidad? ¿Quizás una muchacha? – Preguntó esperanzado de que el aspecto general de su hijo fuera por algún encuentro fugaz de camino a su casa.

Ojos de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora