Capítulo Décimo Séptimo

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Estaba tardando demasiado para lo que él necesitaba. Sabía que no tenía derecho a sentirse así por alguien que apenas conocía, menos compararse con Sam, un viejo amigo de Aris, ni con su padre que ahora removía cielo y tierra con un grupo de amigos por la ciudad, preguntando si alguien había visto algo. No.

Él no tenía derecho, pero lo hacía, lo sentía, sentía la aguda desesperación que le cerraba la garganta, que le hundía el pecho como si tuviera un yunque encima, que lo dejaba en un estado de tales nervios que cualquier cosa lo sobresaltaba. Estaba pegado a la computadora, no podía manejarla en el estado en el que se encontraba, pero TJ la dominaba con maestría.

Habían logrado acceder a las cámaras de seguridad de la ciudad, pero el coche en el que había llegado Lorenzo al restaurant no era el mismo con el que se había ido y el lugar donde estaba estacionado el otro vehículo no se encontraba en un emplazamiento con cámaras, así que lo veían salir con Aris en sus brazos, salir del alcance de la pantalla y perderse en un estacionamiento privado del que salían un montón de coches diferentes. Podría ser cualquiera de ellos y la policía tardaría horas en obtener una orden de registro para cada auto que había abandonado el estacionamiento dentro del rango de una media hora después de que Aris y Lorenzo entraron.

Además que se les hacía imposible seguir a todos hasta destino, pues algunos salían de la ciudad e iban a los suburbios. Podían seguir las patentes, pero también era un engorro que llevaría mucho tiempo… y eso era algo que Aris no tenía. Tiempo.

Lion contuvo un grito de frustración.

No sabía porque sentía todo aquello. Quería justificarse con el hecho de que no permitiría que a nadie le pasara lo que a él le había sucedido si lo podía evitar… pero si fuera así ¿Dónde estaba él y sus súper habilidades como hacker cuando todos los otros chicos fueron secuestrados y torturados hasta la muerte? No, el deliberadamente se había alejado de todo eso, se había enajenado de cualquier situación, hasta se había ofrecido voluntariamente a ser follado con la intención de que nadie le volviera a obligar. Si algo se acercaba remotamente a aquello, el desaparecía. Como con Siloh.

Esto era algo completamente diferente, no solo lo había tocado demasiado cerca, sino que se estaba negando a huir como un cobarde, no, él quería enfrentarlo, quería salvar a Aris… porque Aris nunca podría hacerlo solo, sabía que era egoísta, pero también porque necesitaba a Aris más de lo que quería admitir.

Se dio cuenta de aquello cuando no pudo pensar en nada más que en el cuándo estaba con otra persona. Nunca le había sucedido. Quizás era verdad que Aris tuviera ojos brujos, pero no entendía como nadie podría lastimarlo jamás, incluso él mismo con lo cabrón que solía ser no pudo obligarlo ni a mirar cuando este se negó y comenzó a llorar. ¿Cómo alguien podría torturarlo, ver ese perfecto rostro contraerse de dolor y angustia, verlo llorar y sufrir… cómo? Tendría que estar completamente loco.

Esa angustia en su pecho había hecho campamento permanente y no se iba ni por un segundo, no le daba respiro. Lo necesitaba, necesitaba salvarlo y rodearlo con los brazos, no volver a descuidarlo, sentía como si fuera su responsabilidad. No eran nada, apenas llevaban un par de días desde que se conocían formalmente… y sin embargo sentía que lo conocía desde toda la vida, sabía todo sobre él, había leído todos sus manuscritos a pesar de que nunca había hecho eso con nadie, pensaba que era maravilloso. Un poco infantil y demasiado enamoradizo y frágil… pero hermoso y fascinante. Se estaba volviendo loco, había negado sus sentimientos, encerrado cualquier emoción demasiado profunda durante más de diez años…. Y allí estaba, perdiendo la cabeza por un chico que ni siquiera había querido acostarse con él y que no debería significar nada… pero lo hacía. En las últimas horas había pasado a ser su mundo entero.

Ojos de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora