Capítulo Décimo Sexto

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Sam llevaba horas esperando con el oído atento. Su amigo no había dado señales de vida desde que ese tipo lo había hecho llorar y se había encerrado en la habitación. Desconocía que sucedía con Aris, pero lo había oído salir esa tarde, a eso de las 7. Cuando salió tras él, ya se había marchado. Entonces decidió esperar que volviera, Aris nunca desde que lo conocía, pasaba la noche fuera del campus. Excepto esa noche. Esa noche no estaba regresando y Sam estaba preocupado.

Aris era como un hermano pequeño para él, alguien a quien cuidaba y quizás a veces, alguien más inteligente que él y que le pasaba las tareas. Pero por sobre todo era una persona dulce que a pesar de haber sufrido mucho en la vida, siempre tenía una sonrisa amable y mejillas rosadas para quien fuera cálido con él.

Sam tenía decidido protegerlo desde que hablaron por primera vez, simplemente activó su instinto, era algo que llevaba en la sangre, cuidar de los demás.

Sin poder aguantar más salió de su propia habitación y golpeó la puerta de su amigo, aunque estaba seguro de que solo el silencio le respondería. Y de hecho nadie le respondió. A Sam todo eso le daba muy, pero que muy mala espina, y su radar no solía fallar.

Sonó su teléfono.

- ¿Quién habla?

- Samuel, soy Lion, escúchame por favor… - Se lo oía extraño, como agitado.

- ¿Lion?... Lion… ¿El Lion al que le partí la mandarina en gajos? Espera… ¿Cómo es que tienes mi número? ¿Acaso Aris te lo dio? ¿Pasó algo? ¿Está contigo? Quiero hablar con él, si está contigo lo mato por idiota. –

- ¿Puedes callarte por un minuto? ¡Es importante! -

- ¿Qué diablos quieres? Habla rápido. –

- Aris está en peligro. Y hablo de jodido, jodido. Muy jodido. No estoy seguro si es que todavía queda algo de él para rescatar.

- ¡¿De qué demonios me estás hablando?! Si es una clase de broma enferma por lo que te hice… si le pones una mano encima… -

- ¡No por mí imbécil! Necesito que vengas lo antes posible, te mandaré la dirección por mensaje. Tienes que ayudarme a salvarlo antes de que sea tarde, él lo tiene. Él lo tiene… ¡Y lo va a matar Samuel! ¡Lo va a matar y se va a salir con la suya! ¡Por lo que más quieras, no se a quien más llamar! – Sonaba caso como si estuviera a punto de llorar de la desesperación. Sam no creyó que pudiera estar fingiendo algo así, su corazonada le decía que Lion hablaba en serio y era lo que más temía.

- Estoy pitando para allí. Cuéntame en el camino. –

- Es demasiado fuerte, quiero que llegues en una pieza, necesitarás estar sentado cuando oigas lo que tengo para decirte. Estoy contando los segundos, cada uno que pasa puede ser el último… -

Cortó.

El miedo empezó a martillearle a Sam en las sienes. Cogió las llaves del auto y salió corriendo. Tenía la sensación de que era real, de que el pánico en la voz de Lion era real. Y alguien tenía a Aris… y si alguien tenía a Aris y un tipo como Lion estaba así de asustado, pues no quería imaginar que cosas era capaz de hacerle a su amigo, a su hermano.

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- ¡¡AAAHHHHHHHHHRGGGGGGGG!! – Arrastró los últimos sonidos hasta que ya no tuvo aire para gritar, sus pulmones ardían como si hubiese inhalado brasas incandescentes, mientras que su garganta parecía a punto de renunciar y desgarrarse, llevándose lo poco que tenía en control y eso eran sus gritos, la única manera en que podía expresar su agónico e incinerante dolor.

Ojos de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora