Capítulo Décimo Cuarto

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Cuando llegó al lugar, un mozo lo llevó a la mesa que tenía reservada y Lorenzo ya estaba allí esperándole, con una copa de vino en la mano y una sonrisa en su rostro. Por alguna razón Aris sintió un escalofrío al mirarlo y no de esos que le daba Lion. No, era una clase completamente nueva.

EL hombre se puso de pie y lo invitó a sentarse, lo cual Aris hizo, sintiéndose un poco intimidado por la forma en que estaba vestido el otro y por cómo se comportaba, como un caballero de antaño. Él iba completamente informal, decente pero informal. Lo más destacado en él era que llevaba su maletín como para dar la impresión de ser un poco más serio y también sus anteojos, por si le daba algo para leer aunque lo fuera a rechazar.

- Hola señor D’Averza, lamento si le hice esperar mucho. – Le regaló una sonrisa nerviosa, ese hombre era imponente, aunque solo fuera su presencia.

- Por favor Aris, llámame Lorenzo, me haces sentir muy viejo. Además no estamos en la oficina, no tienes que ser tan formal. – Le sirvió un poco de vino en la copa que tenía delante y Aris la tomó entre sus manos.

- Lo siento, no fue mi intención… bueno entonces, Lorenzo, gracias por la invitación y por el vino. Lamento decirte que no se lo suficiente como para poder apreciarlo, pero confío en que estará delicioso. – Tomó un sorbo y realmente estaba muy bueno, tenía una ligera nota dulce al final, como si estuviese endulzado con miel o algo por el estilo.

- Salud entonces, por tu extraordinario talento y por el vino tan delicioso. – Le guiño un ojo, en un gesto que debería haber sido cómplice, pero por alguna extraña razón, a Aris le resultó demasiado siniestro. Tosió un poco para alejar esos pensamientos, pasaba demasiado tiempo con Lion y estaba comenzando a desconfiar de todos actuando tan paranoico, no todo el mundo quería con él, no era tan especial.

- Salud- Dijo y volvió a beber. Antes de darse cuenta ya se había terminado la copa y Lorenzo le estaba sirviendo de nuevo. Intercambiaron algunas palabras, más que nada frases de cortesía acerca de sus respectivas familias y un poco acerca del trabajo de ambos. Para entonces habían hecho tanta charla superficial, que la comida que habían pedido, llegó.

Por alguna razón cada vez que Aris quería mencionar el motivo por el que se habían reunido, Lorenzo desviaba la conversación hacia otro lugar, como por ejemplo el clima de las últimas semanas, las más nuevas novelas en el mercado, los best-sellers más famosos que habían sido impresos en la editorial con la que normalmente trabajaba, la salud de Armand, etc. Ya habían pasado como 45 minutos, y la botella enfrente de ellos estaba completamente vacía. Aris ya se sentía mareado, lo que era extraño porque no solía ponerse así por media botella de vino. Supuso que era porque ese era vino caro, nada más. Lorenzo iba a pedir otra cuando Aris lo detuvo.

- Lo siento, pero tengo que despertar temprano mañana. Y partiendo de ahí… Lorenzo, creo que es hora de hablar de lo que vinimos a hablar, lo siento, pero no es mi intención publicar con nadie más que con mi padre, no me importa lo que ofrezcan o no. No es de vanidoso, pero yo tengo un trato con él y me mantendré fiel a mi palabra. Fue muy amable de tu parte la oferta, pero tendré que rechazarla, lo siento si te hice perder el tiempo… - Le regaló una sonrisa conciliadora sin mirarlo realmente, pero cuando levantó la mirada, se encontró con que Lorenzo también sonreía. Esa sensación de escalofríos le recorrió de nuevo, desde la médula hasta la punta de los pies. Los ojos de ese hombre no sonreían en lo absoluto.

- ¿Oh, de verdad? Es una pena, realmente quería trabajar contigo… - Alzó las manos como diciendo “Que más da” y se limpió las comisuras de los labios, las cuales estaban aún alzadas en esa macabra sonrisa falsa. Aris solo esperaba no haberlo ofendido, no quería mala publicidad incluso antes de comenzar a hacer algo.

Ojos de CristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora