2

266 27 12
                                    


Mi primera semana como niñera de Gaia Soto Peña transcurre sin demasiados problemas, sobre todo teniendo en cuenta que, después de aquella tarde, la hija mayor de mis empleadores y yo hemos evitado incluso cruzarnos accidentalmente de alguna manera.

A diferencia de ella, en cambio, Sam y yo, el joven y apuesto chófer/guardaespaldas del pequeño Soto Peña, no hacemos más que pasar juntos cada minuto libre.

Hace dos días llamé a mi hermano en mitad de la noche para que me diera noticias de él y de mamá, y el chico me dijo que casi no tienen dinero, pero que lo conseguirán y que más allá de eso están bien.

Ahora mismo, Gaia sigue en el colegio, pero hoy tengo la lista de arreglar la habitación de Gaia, y lavar algo de ropa por mi cuenta, así que me quedé en casa.

Sam está con un cuenco en las manos, esperando que ponga toda la ropa sucia ahí.

Cuando por fin lo hago, me ayuda a llevarlos a la zona de la lavandería y juntos lo ponemos todo a lavar, luego vamos a la zona del salón a relajarnos un poco.

-Mañana es sábado. ¿Quieres que vayamos a comer pizza juntos? -me pregunta el joven conductor.

Asiento con la cabeza, pero entonces me acuerdo de Gaia.

-No puedo dejarla aquí sola...-comento hablando de la pequeña.

-Y de hecho la llevaremos con nosotros. Lleva soñando con salir de esta casa como siempre... pero desde aquella noche ya no le dejan ni respirar el aire fuera de estas cuatro paredes...- explica el chico, despertando mi curiosidad.

-¿Qué quieres decir desde esa noche? -pregunto esperando que me diga lo que espero.

Sam suspira y se maldice mentalmente, luego apunta sus ojos verdes hacia los míos y finalmente confiesa.

-Gaia quedó paralizado porque alguien le atropelló con un coche. Desde entonces, el Sr. y la Sra. Soto no le permiten ir sola a ningún sitio. Y ni siquiera con Cristina, ya que ella también estaba allí esa noche- explicó el joven conductor, confesando dos cosas importantes sobre la familia.

Ahora entiendo muchas cosas.

Entiendo el odio que une a las hermanas Soto, o al menos, el odio que une a Cristina con la pequeña Gaia.

Probablemente el mayor debía cuidarla pero no lo hizo, y tuvo ese accidente.

Me está empezando a caer mal la niña.

De repente, unos gritos procedentes del despacho del señor Soto captan mi atención y la de Sam, que me indica que guarde silencio.

Lucìa Soto Peña está de vuelta en la casa, y su voz fuerte sobrepasa la de su hija mayor.

-NO PUEDO VOLVER ALLÍ. ¿POR QUÉ NO LO ENTIENDES? ME EXPULSARON-.

Grita la niña, luego revela la razón por la que vino a casa.

-Haremos que te readmitan. Estoy segura de que encontraremos una cantidad adecuada para tu readmisión-, reiteró su madre.

-QUIERO VOLVER A MADRID. TENGO A MIS AMIGOS AQUÍ. NO TE PREOCUPES, NO LE PONDRÉ UN DEDO ENCIMA A TU PRECIOSA PRINCESITA.-

-PERO ME QUEDO AQUÍ. ¡ES MI PUTA CASA!-

Cristina abre la puerta y sale rápidamente del estudio de su padre, luego hacia la puerta.

-¡SAMUEL ACOMPAÑAME!- le grita al chico que inmediatamente se levanta y obedece la orden.

Veo que el chico me sonríe antes de salir y entonces oigo que Lucìa me llama pidiéndome que la acompañe.

BlushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora