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Desde mi confesión, Cristina ha guardado las distancias peor que yo.

Ella sigue pasando su tiempo con el guapo Alejandro, y ya llevan tres semanas juntos.

Sam y yo chateamos por vídeo todos los días, pero el hecho de que esté en Alemania y no aquí me hace sentirme a medias, entre otras cosas porque se necesita un montón de dinero para volar de Madrid a Alemania siempre que se considere posible mantener una relación a distancia.

En mis momentos de celos perpetuos provocados por la visualización de Alejandro trayendo a Cris a casa o invitándose a cenar, está Juanse.

Siempre que estoy deprimida le llamo y él siempre encuentra la manera de distraerme como cuando éramos niños y jugábamos juntos.

Juan trabaja como cocinero en uno de los restaurantes más lujosos de Madrid.

Ha realizado plenamente su sueño y, de hecho, cada vez que intenta distraerme de los miles de problemas que me aquejan, prepara una comida que haría engordar a cualquiera menos a mí.

Ahora mis jefes se han llevado a Gaia con ellos para las vacaciones de Semana Santa, a su casa de la playa en Miami, y volverán cuando terminen las vacaciones.

Por lo tanto, tengo dos semanas de vacaciones yo mismo, obviamente solo en la villa.

Obviamente, Cris se ha ido con sus amigos y Alejandro a su casa de la montaña.

-Algún día me dirás lo que te aqueja querida amiga...- me dice Juan mientras se sienta en uno de los sofás de la casa Soto.

-Un día Juanse... -respondo suspirando apenas.

El chico mira a su alrededor y tiembla al ver esta gran casa vacía.

-¿Estás segura de que no quieres venir a quedarte conmigo estas dos semanas?- pregunta como el buen chico que siempre fue.

-Estoy segura. Tengo que ocuparme de la casa, y tengo mil cosas más que hacer. También tengo que estudiar para un curso que estoy haciendo, en el que me han inscrito los señores Soto -le explico a Juan que me mira con una mezcla de extrañeza y aceptación.

Su teléfono suena y por la cara que pone entiendo que es su novia.

-Em, por favor. Ya te he dicho que Joana es sólo una amiga...-

Oigo los gritos de la chica desde aquí, así que hago algo extremo sin siquiera pensarlo.

Cojo el teléfono de las manos de Juan y me lo llevo a los labios para contestar.

-Puedes relajarte, Emma. Juan es sólo mi mejor amigo. ¿Y sabes por qué está aquí? Porque tiene que ayudarme a dejar de pensar en alguien en quien pienso todo el tiempo. Alguien que me gustaría que estuviera aquí, pero se fue de vacaciones con su estúpido novio rico que la trata como un objeto sexual...-

Ante esa confesión Emma deja de gritarme, mientras que Juan se queda un poco desconcertado aunque no del todo sorprendido.

-Emma ha dicho que vuelvas cuando quieras y que habrá una bonita sorpresa esperándote- le digo al chico que me quita el teléfono de las manos y se lo mete en el bolsillo.

-Pero... ¿lo que dijiste es verdad?- pregunta entonces con curiosidad.

Cuando asiento con la cabeza, le veo esbozar una media sonrisa.

-Es la rubita del cine, ¿no?- pregunta antes de que yo asienta de nuevo y él chasquee los dedos, un movimiento que utiliza para decir siempre "lo sabía".

-Siempre estoy estropeando mi vida- explico hundiendo la cabeza en el sofá.

-Pero explícame el problema, porque a juzgar por cómo me miraba en el cine, creo que el interés es mutuo...-

BlushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora