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La historia entre Cris y yo va viento en popa y el hecho de habernos mudado juntas contribuye perfectamente a ello.

Fran se queda con nosotras. Ha estado viviendo en la habitación de invitados y, desde que se involucró con Eva, ha ganado una alegría y una confianza que yo no creía que tuviera.

Mi trabajo en la clínica de la doctora Morgado va viento en popa, y hasta Cris se ha quedado tranquila al saber que nunca podrá pasar nada entre la doctora y yo, porque estoy perdidamente enamorada sólo de ella.

Hoy Cris y Eva salen de la escuela a las 7 de la tarde, y Chesko y yo nos encontramos fuera de ella.

Con el dinero que he ganado trabajando en la clínica y las expociciones que las dos chicas me hacen casi todos los fines de semana, he conseguido comprar un coche, que comparto con Cris, mientras que Chesko se ha comprado una moto, que comparte conmigo.

Hoy hemos invertido los papeles, y yo he quedado con la moto mientras él se ha quedado con el coche.

Cuando nuestras dulces mitades llegan a nosotros, nos saludan con cálidos besos.

-¿Hoy vas en moto? -pregunta Cris dejando caer su mochila dentro del coche y luego subiendo al sillín detrás de mí.

-Tenemos que ir a un sitio- digo, y tras arrancar la moto, me dirijo a un punto de la ciudad que pillé hace unos días, pero donde enseguida decidí que quería llevar a Cris.

La zona oculta, como la llamé inmediatamente desde que la encontré, es una pequeña parte abandonada del bosque donde encontré una pequeña casa de madera.

Entré y la recompuse, haciéndola habitable, y la llamé 5B.

-¿Qué es esto? - pregunta la chica rubia cuando nos bajamos, viendo la casita que tiene delante.

-Ven conmigo- le digo, tomándola de la mano.

Una vez que entramos, Cris se congela y luego se vuelve hacia mí mirando fijamente.

He creado una especie de zona de confort dentro de esa casa para mí y mi pequeña rubia.

Hay un rastro de pétalos rojos en el suelo, que va desde la entrada hasta el dormitorio (la única habitación existente en la casa).

Cuando Cris llega allí, se da cuenta de que hay un colchón, con una sábana blanca, con un corazón hecho de pétalos sobre él, y dentro una C y una J hechas con los cordones de mis Converse negras.

Cris se lleva las manos a la boca y levanta la mano, rozando las sábanas con sus uñas rojas y ardientes, largas como cuchillas.

-¿A qué debo esta sorpresa? -pregunta la chica acercándose y echándome los brazos al cuello.

-Simplemente por haberme salvado...- susurro, con los ojos entrecerrados.

No me refiero a la cárcel, sino a todo.

Conociendo a Cris, me salvó de todo.

Cuando llegué a Madrid, procedente de Argentina, no tuve más que problemas sobre problemas.

Acabé en casa de los Soto simplemente por un trabajo, y al final lo que encontré fue más que algo para poder mantenerme.

Encontré a Gaia, una niña maravillosa a la que me encariñé de inmediato, y luego a una familia que, aunque llena de odio, hace todo lo posible por proteger a sus seres queridos.

Encontré nuevos amigos que llevan las caras de Amira, Inés, Eva y Selene y encontré una mujer maravillosa en la Dra. Morgado.

He aprendido muchas cosas desde que estoy aquí, sobre todo que el amor no duele como yo pensaba.

BlushDonde viven las historias. Descúbrelo ahora