[Primer libro de la trilogía "Renacer"]
Mataron a su hermano, ahora buscará venganza.
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La República De Las Américas, lo que antes era Estados Unidos, se ha convertido en la potencia mundial después de someter a varios países y proclamarlos como s...
—¡Agente herido! ¡Agente herido! ¡Solicito apoyo en Umbra City! Repito ¡Apoyo en Umbra City!
Me escondo entre las sombras y presiono el botón lateral del casco para que mi traje verde neón se desactive. Quito la mano ensangrentada de la herida. Dos proyectiles me han perforado el estómago. He visto muchas heridas en mis compañeros y civiles durante los años que tengo en el FBI, pero verlas en mi cuerpo me causa nauseas. Apoyo la cabeza en la pared del callejón oscuro en el que estoy escondido y cierro los ojos. Por un breve instante la cara de Tarah, mi hermana menor, me pasa por la mente. No la cara que tiene ahora a sus dieciséis años, sino la que tenía cuando era niña.
No. Vamos Colin, tú puedes. Debes salir de esta. Tienes que comprarle su pastel de cumpleaños. Se lo prometiste.
El sonido de un dron en el aire me pone en alerta. Levanto la mirada, aguanto la respiración. Cuando el dron está cerca emite un pitido y un haz de luz roja escanea el espacio. Cuando me alcanza, activa automáticamente mi traje oscuro. Las líneas verde neón se encienden en un circuito de franjas brillantes que recorren mi cuerpo. Me pone al descubierto. Los disparos no se hacen esperar. Las chispas de los proyectiles iluminan el callejón y emprendo una carrera frenética hacia el lado opuesto buscando una salida, pero el hincón de la herida me quita fuerzas, me borra la visión. Me resbalo con un charco de agua sucia y casi caigo de espaldas, pero me apoyo con mi mano libre y continúo corriendo. Sigo jadeante con la mirada fija hacia la esquina para cruzar y estar fuera del alcance de los disparos, sin embargo, aparecen tres sombras largas e impotentes justo por donde tenía planeado huir. Me detengo y vuelvo la mirada hacia el dron que se acerca a gran velocidad. Me apoyo en la pared con la intención de no ser visto, pero mi traje brillante me delata. Puedo oír el rugido único del motor de sus Génesis Celeris y en ese instante, aparecen los tres vehículos como bestias salvajes en el bosque. Son lo más parecido a una motocicleta en su forma base, pero solo en eso porque están muy lejos de ser algo que los demás conocen. Estas máquinas usan el Quantium-X que es un combustible peligroso que las dota de rapidez, poder y un potencial que cambian las leyes de la misma física y de la velocidad. Incluso a mí me causa miedo verlas y usarlas.
Cuando las Génesis Celeris se detienen, uno de sus conductores, el del traje rojo neón, se baja y camina con paso decidido hacia donde estoy, mientras los otros le siguen el paso unos metros más atrás.
No le quito la mirada de encima y al mismo tiempo endurezco mi mandíbula y formo un puño tan fuerte que siento que me duelen los nudillos. Está cada vez más cerca y cuando llega, los colores brillantes de nuestros trajes se mezclan formando una combinación peligrosa en la oscuridad.
—Sabía que eras un agente encubierto —dice con rabia. Su voz es ronca.
—Están perdidos. Ya están llegando refuerzos. Todo esto se termina ahora.
Él se mofa. No puedo verle la cara porque tiene su casco puesto.
En un movimiento rápido me embiste, le esquivo el ataque, sin embargo, no soy tan rápido. Me da un puñetazo en la cara y con la misma mano, usa su codo y me golpea el pecho con furia. Pierdo pie y caigo de espaldas. El dolor de la herida se extiende hacia mi pecho y brazos como si fuera un veneno en mis venas.
—La gente de arriba no tiene idea de lo que pasa en Umbra City. Lo que tú has visto, es solo la punta del iceberg. Esto es un laberinto en el que nadie ha llegado por su cuenta. Tú y tu amigo están aquí porque durante meses se ganaron nuestra confianza —me escupe.
—¿Dónde está Aaron? —pregunto jadeante.
—Lo están buscando o seguro ya está muerto.
Muerto. Siento el peso de la culpa. Aunque sé que es el riesgo que corremos en nuestras misiones, él estaba bajo mi mando y mi deber era protegerlo, no solo como compañero, sino porque es mi mejor amigo.
Bajo la mirada y veo mi mano manchada de escarlata cubriendo inútilmente mi herida. Pronto moriré desangrado.
—Lo que hacen es peligroso. El Quantium-X es ilegal. En grandes cantidades puede ser una bomba letal que pone en riesgo la ciudad...
—Y esto es solo el comienzo —me interrumpe. Levanta la cara y mira hacia el otro extremo del callejón, luego hacia arriba en los altísimos techos metálicos que cubren todo Umbra City y que muestran hologramas que simulan el cielo natural—. ¿Compartiste lo que sabes con alguien de arriba?
—No —miento.
—Dijiste que venían refuerzos.
Guardo silencio.
Uno de sus acompañantes, el de traje azul neón, se acerca y le muestra un dispositivo pequeño y conversan algo que no logro escuchar.
—Ellos no tienen nuestra ubicación —comenta el mismo que me atacó—, aunque tienes toda la información que recopilaste en la nube. Dámela.
Quito la mano de mi herida y dejo que la sangre salga por montones. No podré escapar con vida, así que acepto mi destino.
—En unos días, esa información estará en manos del gobierno. Será el fin de Umbra City.
En el fondo, a lo lejos y casi imperceptible, se puede escuchar los altavoces del presentador de El Torneo de las Sombras que está empezando en este momento y en el cual iba a participar.
"Bienvenidos a El Torneo de las Sombras. Esta es la carrera final... competidores, preparados para ganar. La carrera empieza en 3... 2... 1..."
Se escucha un estruendo y, detrás de mis atacantes, aparece una lejana luz roja que asciende y que indica que la carrera ha empezado.
—Esta es la última jugada que haces —dice entre dientes.
Saca su arma, me apunta a la cabeza y aprieta el gatillo.
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