⚡️El envío de la señal⚡️

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Al día siguiente, Ovax nos reúne a todos para repasar lo planeado.

Al finalizar, Elthon y Jessa guardan lo equipos con los que harán el atentado con un grupo de mafiosos que ya los esperan en el coliseo, mientras que Rafael y yo nos instalamos unos intercomunicadores y visores digitales que se activa con la voz y que almacena la información en la nube de la Deep Web, y que está custodiaba en un lugar profundo y protegido por Ovax.

Los primeros en salir son Elthon y Jessa. Él me mira de vez en cuando, pero yo trato de evitar el contacto visual. Después de lo que vi en el tren, sé de qué lado está ahora. El Jeep de Elthon se pierde entre las calles metálicas.

Luego, subo en mi moto y salgo rumbo a La Cúpula, que es donde me esperan. Segundos más tarde, Rafael me sigue.

Cuando ya estamos lejos del alcance de Ovax, bajo la velocidad con la intención de que Rafael me alcance, y cuando lo hace, vamos a la par.

—Tienes que disimular mejor —me pide Rafael, sin dejar de mirar hacia adelante.

—Es que no puedo soportar estar junto a ellos —comento.

Siento como se me revuelve el estómago al pensar en tenerlos cerca.

—Lo sé. Lo mismo me pasa a mí, pero ellos deben seguir creyendo que nosotros ignoramos sus planes. Si nos descubren, las cosas podrían ponerse mal para nosotros.

—¿Y eso cambiaría lo que intentan hacer?

—Por supuesto. Y mucho. Nuestra misión ahora es enviar algún tipo de mensaje a los de arriba para advertirles de las cosas que aquí están pasando. Si Ovax y los suyos nos descubren antes de hacer eso, los de arriba quedarían en su libre albedrío.

Asiento en señal de afirmación.

Seguimos avanzando por las calles menos transitadas.

—¿Ayer Elthon u Ovax fueron a tu habitación? —le pregunto al recordar lo que vi.

Él me mira y piensa un poco.

—No. ¿Por qué? ¿Fueron a la tuya?

—Elthon.

—Y, ¿qué quería?

—Nada. Supongo que cerciorarse de que estaba ahí, pero cuando se fue, lo vi que cargaba una inyección con algún suero raro. Por eso te preguntaba si fue a verte.

Rafael frunce el ceño.

—¿Crees que nos inyectan algo cuando dormimos?

—No lo sé, pero lo he pensado. Entonces, ¿por qué o para quién cargó esa inyección?

Una caravana de camionetas negras pasan al otro lado de la calle. No hace falta ver en el interior quién va, porque solo una persona en este lugar es capaz de transportarse de esa manera.

—¡Ven más acá! —me ordena Rafael.

Direccionamos nuestras motos a la pared y la sombra que hacen las construcciones, para pasar desapercibidos, pues saben quién es Rafael. Lo tuvieron secuestrado por varios días y ahora que se les escapó, tal vez lo estén buscando. Cruzamos por un callejón sucio y solitario, y esperamos a que pasen. Minutos más tarde, Rafael se asoma en la esquina y al no ver peligro, me llama.

—Bueno, creo que es mejor que nos separemos. Yo intentaré infiltrarme por donde una vez Elthon y tú entraron. Gracias a que ganaste la competencia, tienes acceso libre a La Cúpula y puedes transitar con calma —me mira y me toma de la mano. Su mirada se torna dulce—. Eso es lo que me da cierta tranquilidad, pero necesito que te cuides mucho.

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