⚡️ La fiesta y la huida ⚡️

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Después de practicar tres veces más, regresamos a Los Sótanos.

Al llegar a mi departamento, los encargados extienden una disculpa por lo sucedido. Me indican que fue una banda de ladrones que intentaron saquear mis cosas. Obviamente, están mintiendo. Me muestro calmada, manipulo la situación a mi favor. Los organizadores del campeonato, me han cambiado de departamento y lo han remodelado. También, me han traído el vestuario que usaré para la fiesta: un vestido rosa champagne, zapatos altos, joyas, un antifaz hecho de plumas y piedras preciosas.

Para la noche, ya estoy lista.

Elthon viene por mí. Lleva un traje oscuro entallado al cuerpo, dos anillos de oro en la mano derecha, un brazalete negro, cabello bien peinado y su perfume huele a frutos cítricos. No me dice nada halagador cuando me ve, sin embargo, su lenguaje no verbal lo delata: sus pupilas se le dilatan cuando me mira, traga saliva, me mira las curvas de mi cuerpo, mis piernas descubiertas que sobresalen por una abertura alta, mis labios pintados. Me acompaña a su auto y, cuando bajo la mirada con discreción, puedo notar que tiene una erección.

Me siento avergonzada y halagada a partes iguales. Lo miro. Es atractivo, muy atractivo. Se pasa una mano por el cuello. Es extraño como cada movimiento que hace me resulta sexy, poderoso, salvaje, como si estuviera tratando con algún animal feroz que en cualquier momento me va a morder el cuello. Me recuerdo mucho a Malcom, pero con Elthon, el deseo se desborda sin control.

Cuando llegamos, estaciona el auto y bajamos. Los aficionados están eufóricos. Una alfombra roja neón nos recibe y entramos. El salón es grande, alto y está decorado con tonos negros, dorados y plateados. En la pista de baile se proyectan varias luces de tonos neón. Los asistentes están vestidos con trajes y todos llevan antifaz.

Reconozco a Malcom, a pesar de su antifaz. Es fácil identificarlo por su talla y su anatomía. Está al otro lado de la sala. Lleva un traje azul marino que le resalta el color de su piel y de su cabello. El traje le queda perfecto. Al mirarme, deja de conversar con las chicas de su grupo y no me quita los ojos de encima. Me sonríe, yo le contesto con un movimiento de cabeza, sin embargo, cuando ve a Elthon, la mirada se le vuelve hielo.

La fiesta transcurre como lo imaginé: todos bailando con el torso desnudo, se tocan, se besan, sus lenguas acarician el cuello del otro, sus manos se meten entre sus pantalones, vestidos, se besan con euforia, se muerden.

—¿Quieres bailar? —me pregunta Elthon.

Lo miro y sonrío.

—¿No pensarás que vas a pasar tu lengua por mi cuello?

—¿Cómo supiste que eso estaba pensando?

Nos miramos y sonreímos.

Su celular suena. Él contesta. Solo se limita a escuchar, luego cuelga.

Su mirada cambia a una precavida, de cautela. Me agarra por la cintura y me atrae a su cuerpo. Lejos de poner resistencia, me dejo llevar.

—El otro agente del FBI sigue en el tren —susurra en mi oreja—. Sigue actuando normal.

Me quedo de piedra.

—¿Rafael? —pregunto, mientras me tiemblan las piernas.

—Sí.

Siento que nos están mirando. Que me están mirando. Los encargados de la seguridad dan vuelta cerca de nosotros. Actúa normal, Tarah. No eches todo a perder.

Suelto un suspiro silencioso, paso mi mano por el cuello de Elthon y le beso la oreja al mismo tiempo que paso mi lengua por su cuello. Puedo sentir cómo se estremece al inesperado contacto. La piel se le pone de gallina, siento como su respiración se acelera. Él trata de moverse, pero yo meto mi pierna entre las suyas y noto su erección. Cuando quiero salir de ahí, el atrapa mi pierna y me mira. Sus ojos son fuego, su sudor me embriaga, me atrae como si él fuera un imán y yo un metal filoso.

Su mano se cierra con fuerza en mi cintura. La música suena más alta, la algarabía, la euforia flota en el aire. Entonces, Elthon me besa. Su beso es feroz, apasionado, salvaje. Me aprieta más a él. Yo me entrego al deseo, a su belleza, a su masculinidad. Me empuja hacia atrás, me apoya en una pared, luego me agarra de los muslos, me levanta y yo rodeo mis piernas en su cintura.

No lo hagas Tarah, grita una voz en mi mente, pero Elthon es un tipo apuesto, tiene una fuerza que me hace pensar en el sexo, en entregarme a él.

Nos seguimos besando, meto mis dedos entre sus cabellos, toco su pecho.

Tarah, tienes que ir por Rafael. Basta.

Abro los ojos con fuerza. Las miradas ya no están en nosotros. Recupero la compostura y me bajo. Él me suelta con cuidado y baja la mirada.

—Lo siento —dice.

Trato de no mostrar ninguna emoción, pero cuando levanto a vista, Malcom me está mirando. Sus ojos son duros. Me siento decepcionada de mí por haber besado a Elthon, pero... ¿por qué? Elthon me gusta y con Malcom no tengo nada.

Malcom se pierde entre el mar de gente.

Vuelvo a pensar en la conversación con Elthon.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunto.

Él me mira confundido, pero cuando recupera la ilación de nuestra conversación, asiente.

—El guardia que tenemos de espía, al fin ha sido asignado al cuidado del tren. Me acaban de confirmar la noticia. Este momento puede ser ideal para rescatarlo.

Pienso en las posibilidades de éxito... tal vez, hoy tengamos suerte.

—Vamos —le pido. Él asiente—. Rafael es una pieza clave para descubrir al asesino de mi hermano.

 Rafael es una pieza clave para descubrir al asesino de mi hermano

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