Capítulo 7

720 39 16
                                    

No sé qué está pasando conmigo, mi vida era perfecta, pero desde que Alex llego a ella me pregunto si de verdad estaba disfrutando o solo me limitaba a vivir el cuento que otras personas habían escrito para mí.

-¿Qué te pasa? – me pregunta mi abuelo.

-¿Alguna vez has pensado que estas viviendo la vida que otros quieren que vivas?

-Muchas veces, tantas que he perdido la cuenta. Mi padre quería que siguiera sus pasos, convertirme en el próximo heredero del imperio Conte. Y aunque al final lo he terminado siendo ha sido solo por tu abuela, ella se merecía el mundo y yo estaba dispuesto a dárselo. Esta casa fue mi regalo de bodas.

-¿Enserio? Creo que nunca me has contado vuestra historia.

-Cuando conocí a tu abuela era una jovencita talentosa que no seguía las reglas. Nunca permitió que nadie la dijera lo que podía o no hacer y siempre conseguía aquello que se proponía. Te pareces más a ella de lo que crees.

Un día estaba caminando por la playa y su sombrero salió volando y por casualidades de la vida termino golpeándome. Esa fue la primera vez que la vi y desde ese momento ya tenía claro que iba a ser mi esposa. Comenzamos a quedar, aunque las primeras veces fueron a escondidas para evitar que mi padre se enterara.

Cuando este descubrió que nos íbamos a casar se enfadó muchísimo y decidió quitarme todos los accesos a mi dinero, por lo que tuve que hacer un trato con él. Acepté hacerme cargo de la empresa y aunque no era el futuro que había imaginado, al menos podría casarme con la mujer que amaba.

-Entonces, si no hubiese sido por la abuela tu hubieses seguido tu sueño.

-A veces hay que hacer sacrificios por amor, y en el fondo yo ya había ganado, aunque no me hiciera feliz mi trabajo al principio, comencé a adorarlo porque gracias a él podía estar con la mujer que amo.

-Ojalá consiga encontrar a alguien que me mire igual que tú miras a la abuela.

-Ya lo tienes. Simplemente recuerda que el amor no siempre es fácil, habrá veces en las que se complican las cosas y será ahí cuando tengas que decidir si luchar por él o rendirte.

Miro a la puerta y me encuentro a Alex poyado en ella.

-Los dejo solos – dice mi abuelo antes de marcharse.

-¿Qué haces aquí?

-Es una tontería – suena nervioso – pero quería darte mi camiseta antes del partido.

Me muestra una camiseta de hockey con el número once a la espalda y su apellido.

-Alex Miller – sonrío – me gusta como suena.

-¿Te la pondrás para el partido? – los nervios que noto en su tono de voz hacen que se vea adorable, creo que nunca le había visto así.

-¿No la necesitas para jugar?

-Es de la temporada pasada, pero me haría ilusión si la llevas en nuestro primer partido – se pasa la mano por el pelo.

-Con una condición.

-¿Cuál?

-Quiero que me la firmes después, para cuando seas famoso, seguro que vale mucho dinero – sus ojos se iluminan y no puede evitar reírse.

-¿De verdad crees que puedo llegar a jugar a nivel profesional?

-Puedes conseguir todo lo que te propongas, yo creo en ti.

No sé por qué, pero me da la sensación de que no suele oír esas palabras muy a menudo. Corre a abrazarme elevándome del suelo.

-Como sigas apretando así de fuerte me vas a dejar sin aire – me rio.

-Perdón – me deposita lentamente en el suelo.

-Bueno ¿me la vas a firmar o no? – le entrego un rotulador negro.

Para la mejor alumna del mundo.

Gracias por creer en mí mofletes.

Pd: no dejes que esa sonrisa desaparezca nunca, con todo mi amor y cariño Alex Miller.

-¿Así que te gusta mi sonrisa?

-Es preciosa, como tú – siento como mis mejillas cambian de color.

El color rosado de ellas, provoca una sonrisa de sus labios. No puede venir a mi casa a decirme esas cosas y pretender que no tengan impacto en mí.

Me pongo su camiseta y su sonrisa se hace un poco más grande.

-Te queda mejor que a mí.

-Parezco un saco de patatas – digo levantando mis brazos y mostrándole que me quedan grandes las mangas.

-Mi saco de patatas favorito – me da un dulce beso en la frente – me tengo que marchar ya pero nos vemos esta tarde ¿vale?

-Mucha suerte para el partido.

-Gracias mofletes – me guiña el ojo y se marcha.

Bajo a comer. Mi corazón sigue acelerado por lo que ha pasado hace apenas unos instantes, cuando estoy cerca de él a veces siento que se me va a salir del pecho.

-¿Y esa camiseta? – pregunta mi abuela, aunque ya sabe la respuesta.

-Es de Alex – no me había dado cuenta de que todavía la tenía puesta.

-Hacéis buena pareja – añade.
-Abuela, tengo novio.

-Tu novio es idiota y ya es hora de que lo vayas aceptando, además Alex está loco por ti.

-No lo está.

-Lo que tu digas…

Decidimos no darle más vueltas al asunto durante la comida o al menos ellos, porque yo no puedo parar de pensar en eso ¿es tan obvio que todos se han dado cuenta menos yo?

Mi teléfono comienza a sonar y veo el nombre de Maya en la pantalla.

-En tres minutos estoy en tu casa, más te vale abrirme rápido la puerta que tenemos mucha prisa – me grita.

Cuelga antes de que me de tiempo a contestar. Apenas han pasado tres minutos y ya está como una loca aporreando la puerta.

Sube a mi cuarto y se deja caer en la cama mientras suspira.

-¿Qué pasa?

-Javi me ha dado su camiseta – suena emocionada.

-¿Y? – la verdad es que no estoy entendiendo nada.

-A veces se me olvida que eres nueva aquí – resopla – si un jugador te da su camiseta es para marcar que eres suya y él tuyo, como si hiciese oficial vuestra relación.

-¿Qué acabas de decir? – intento asimilar la información.

-¿No me has oído?

Siento como empiezo a perder color, Alex me había dado su camiseta y ahora entiendo porque estaba tan nervioso.

-¿Paula?

-Perdón, estaba en otro mundo.

-Ya me he dado cuenta, bueno ¿Qué te vas a poner?

Saco lentamente la camiseta de Alex y se la muestro.

-No me puedo creer que te haya dado la camiseta – como siga abriendo la boca de esa manera le va a llegar al suelo – nunca se la había dado a nadie.

-¿Me estás diciendo que soy la primera? – me tiembla la voz.

-Sí, debes de gustarle más de lo que me había imaginado. Cuando hablé con él pensé que solo le gustabas porque eras la novedad y le parecía que estabas buena, pero al darte su camiseta, ahora ya no sé qué pensar.

-¿De verdad que le gusto?

-Sí y él a ti ¿me vas a decir cuál es el problema?

-Tengo novio Maya.

-Paula, sé cómo eres y creo que por eso le gustas a mi hermano, no quería ponerte en ningún compromiso al contarte esto, pero las dos sabemos que tu novio es tonto – últimamente se está comportando como tal - además, aún queda mucho verano, así que tómate las cosas con calma.

Me pongo unos vaqueros cortos, un top y la camiseta de Alex. Ato mi cabello en una coleta alta para que se pueda ver bien su nombre sin que el pelo lo tape. Después de lo que me ha dicho Maya me hace mucha más ilusión llevar su camiseta que antes.

Llegamos al estadio y está lleno de gente, todos gritan y llevan los colores del equipo local. Nos sentamos en los asientos de la tercera fila que tienen nuestros nombres.

-Alex ha intentado conseguir las mejores entradas.

-Esto es increíble – mis ojos recorren el lugar de lado a lado.

Tiene que ser increíble jugar delante de tanta gente, la adrenalina, el oír al público gritar tu nombre, creo que estoy empezando a comprender porque a Alex le gusta tanto este deporte.

Una voz por megafonía presenta a los jugadores del equipo visitante mientras estos van entrando en la pista a medida que va diciendo sus nombres. Ahora es el turno del equipo local y todo el estadio se ha puesto en pie para recibirlos.

-Señoras y señores con ustedes nuestro gran capitán Alex Miller – grita la voz de la megafonía.

Todos comienzan a gritar y sin darme cuenta yo lo hago con ellos. Alex aparece en el hielo y por unos instantes no puedo apartar mi mirada de él, le queda realmente bien la equipación y con los patines parece todavía más alto de lo que ya es.

Comienza el partido y el equipo visitante empieza fuerte, mueven el disco de lado a lado a gran velocidad, pero nadie del público parece preocupado. Alex se desliza por el hielo y consigue robar el puck y driblar a dos contrarios, se acerca a la portería armando el tiro y el puck impacta contra la red de esta.

El público se levanta emocionado para celebrar el primer gol del encuentro. Alex se abraza con sus compañeros. Pasa cerca nuestro y una vez que se ha asegurado que le estoy mirando me guiña el ojo antes de dirigirse al círculo central para sacar.

Estamos en el tercer y último tiempo cuando Alex recibe un fuerte impacto por parte de un contrario.
-Eso son mínimo dos minutos de expulsión – grito enfadada.

-Vaya, si va a ser verdad y todo que te gusta el hockey – dice Maya con tono sarcástico.

-Soy fanática desde los once años – respondo e ignoro el hecho de que pensase que en un primer lugar solo lo había dicho para agradar a su hermano.

Suena la bocina anunciando el final del encuentro y los espectadores se levantan a celebrar la victoria del equipo local.

Esperamos en el parking a los chicos que salen con sus bolsas colgadas al hombro y los sticks.

-¿Te ha gustado el partido? – se acerca Alex sonriendo.

-Me ha encantado – le miro con una estúpida sonrisa mientras recuerdo lo bien que le quedaba la equipación.

-¿Qué pasa?

-Nada, simplemente no me equivocaba con lo que te dije, eres muy bueno jugando y creo que ahora puedo entender porque te gusta tanto – me da un abrazo.

-¿Te importa si voy con Javi en mi coche y tú vas con Alex? – nos interrumpe Maya.

-Sin problema – no iba a quejarme de su propuesta la verdad.

Coloca su bolsa en el maletero y se sienta sonriente en el asiento del conductor.

-¿A qué te referías cuando has dicho que ya sabías porque me gustaba el hockey?

-A la adrenalina, la velocidad, la gente gritando tu nombre, a todo en general…

-No andas mal encaminada, pero en realidad me gusta porque en la pista no importa quien seas, solo te juzgan por tu forma de jugar, nadie sabe de dónde vienes, que has hecho… cuando me pongo el casco siento que los problemas desaparecen y solo soy un jugador más del equipo.

Pasamos por casa a cambiarnos antes de ir a la fiesta que Oscar a preparado en la suya, al parecer sus padres nunca están por lo que siempre encuentra la excusa perfecta para organizar alguna.

Me pongo unos pantalones y un top azul. Llamo varias veces a Alex pero ninguna de ellas responde, al empujar la puerta me encuentro con que esta está abierta, así que decido entrar.

Subo las escaleras lentamente y justo cuando estoy poniendo el pie en el último peldaño me encuentro a Alex saliendo del baño en toalla, automáticamente mi tono de piel cambia a rojo tomate ¿Por qué tiene que estar tan bueno?

-¿Qué haces aquí? – se sujeta la toalla.

-La puerta estaba abierta y pensé que a lo mejor podría haber entrado alguien en casa.

-Pues ya ves que no, dame un segundo que voy a cambiarme.

Bajo y me siento en el sofá, la verdad es que no me hubiera importado si hubiera decidido ir así a la fiesta. Baja a los pocos minutos con unos vaqueros y una camisa blanca.

-¿Nos vamos? – asiento con la cabeza y le sigo hasta el coche.

Normalmente la casa de Oscar suele estar llena de gente cuando hace fiestas, pero en esta hay más gente de lo normal y muchas caras desconocidas.

-Aquí esta nuestro capitán - grita un miembro del equipo y lo abraza para llevárselo con el resto de los miembros.

Comienzan a saltar todos juntos y cantar celebrando la victoria.

-Por la primera victoria de muchas – brindan.

Me acerco a la cocina a por algo de beber y veo a Ana, Lisa y Maya.

-Ya era hora de que llegaras.

-No es mi culpa, habla con tu hermano.

-¿Has venido con Alex? – pregunta Ana extrañada.

-No solo eso, también la ha dado su camiseta de hockey – gracias por la ayuda Maya.

-Vaya… parece que ya sabemos quién es la afortunada – agacha la cabeza y yo me limito a encogerme de hombros.

-No le deis tanta importancia – intento quitarle hierro al asunto, aunque en el fondo estoy gritando de la emoción.

-Alex siempre ha podido tener a miles de chicas y sin embargo, ha decidido elegirte a ti – añade Lisa.

Me quedo en silencio mirando el suelo, no pensé que todo el tema de la camiseta iba a tener esta reacción por parte de la gente.

-No te preocupes, simplemente nos das envidia, pero Alex tiene buen gusto – me guiña Ana el ojo y por primera vez en lo que va de conversación me sale una pequeña sonrisa.

Alex aparece y se sitúa a mi lado.

-Aquí estás, te estaba buscando.

-Pues ya me has encontrado – le sonrío.

-Ven, quiero presentarte al equipo.
Me agarra de la mano e intentamos llegar al otro lado de la casa mientras nos abrimos lentamente paso entre la multitud.

-Alex – grita una chica.

-Hola – la saluda de paso.

-Has jugado genial esta tarde – le dice mientras juega con su pelo.

-Gracias.

-Si quieres luego podemos ir a dar una vuelta – se muerde el labio.

Alex levanta nuestras manos unidas y la expresión de la chica cambia por completo, creo no se lo esperaba. Nos pide disculpas antes de dejarnos seguir nuestro camino.

Me presenta uno a uno a los miembros del equipo y la primera impresión que tengo de ellos es que son simpáticos.

-¿Así qué tu eres la misteriosa chica a la que Alex le ha dado su camiseta?

-La misma – contesta Alex por mí.

-Tienes buen gusto cabrón – me mira de arriba abajo.

Nos dirigimos a la pista de baile. “Someone to you” está sonando, mientras nosotros bailamos y saltamos en el medio de la pista de baile. Cualquiera que nos mire puede pensar que estamos locos, pero inconscientemente se la estoy dedicando. Todo es perfecto, al menos antes de que aparezca Sara.

-¿La has dado tu camiseta? – pregunta a Alex ignorando por completo mi presencia.

-No estoy de humor – la expresión de Alex cambia en cuestión de segundos y su enorme sonrisa se ha transformado en enfado.

-No me vengas con excusas, que eres el rey de ellas, un año saliendo y se la das a ella que la acabas de conocer.

-No montes una escena.

-Cuando te canses de tu putita hablamos.

-No la llames así.

Siento como la vena de mi cuello se hincha, me da igual que sea la ex de Alex, no tiene ningún derecho a tratarme con el desprecio que lo está haciendo.

Alex va a decir algo, pero le interrumpo – yo me encargo – le pongo la mano en el pecho para darle a entender que tengo la situación bajo control.


-Mira Sara, si es que te llamas así, es hora de que dejes el pasado atrás. Quien tenga ahora o no la camiseta de Alex no es importante, no tienes ningún derecho a montar una escena cuando hiciste lo que hiciste, así que tu derecho para reclamar algo lo perdiste el día en el que decidiste engañarle y ahora si nos disculpas, estábamos teniendo una velada increíble, por lo que si no tienes nada más que decir, es hora de que te marches.

-¿Me estas amenazando? – se ríe.

-No, simplemente te estoy diciendo lo que hay, no quiero que salgas lastimada y por cierto, yo no soy la putita de nadie – la sonrío.

Se marcha dramáticamente gritando exageradamente para que también lo haga su pelo, ruedo los ojos e inconscientemente sonrío.

-No sabía que eres una matona - ¿soy yo o esa frase la ha dicho de una manera muy sexy?

-Yo que tú tendría cuidado, no te gustaría tenerme como enemiga.

-Está claro que no – dice levantando las manos en señal de rendición y los dos comenzamos a reír.

Seguimos bailando junto con el resto del grupo que se unieron a nosotros poco después de que Sara se marchara.

Poco a poco siento que cada vez formo más parte de ellos.

Supongo que al final iba a tener razón mi madre, venir aquí ha sido un acierto. Estoy descubriendo muchas cosas de mí misma y de mi vida que ni si quiera yo sabía, algo que me asusta y asombra a partes iguales. 

_________________________________________

Feliz inicio de semana a todos.

Parece que regalarle tu camiseta a alguien tiene un significado especial.

Y Sara esta bastante celosa de Paula y no la culpo, tiene que doler saber que has perdido a semejante momento por idiota.

Muchos besos para todos❤❤

Fugaces ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora