Capítulo 13 (parte II)

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Pasamos el resto del día sumergidos en documentos, intentando obtener una cotización aproximada del proyecto, algo estimado, pues cada cierto tiempo las cantidades varían. De la Fuente insistió en que no era necesario porque al parecer tiene tanto dinero que le importa una mierda saber en qué lo gasta, de todas formas lo hago. Caden está en uno de los sillones de la oficina, mueve un lápiz entre sus dedos, pensativo.

—¿Debería buscar un lugar en el centro de México?

—No —respondo, distraída—. Tiene que estar cerca de un paraíso turístico, en un lugar que ya sea atractivo, como una playa.

Después de unos minutos en silencio, levanto la vista. Él me está mirando, una comisura asciende. Entrecierro los párpados porque no dice nada, pero sé que está pensando en algo. Acto seguido, se levanta con la elegancia que lo caracteriza y me ofrece una mano.

—Es hora de irnos, ya es tarde.

Miro el reloj en mi computadora y sí, se nos fue el tiempo o quizá hicimos un acuerdo sin saberlo para esperar a que dieran las ocho, una hora después de la salida de los empleados, así podemos irnos juntos sin ser descubiertos.

Todo está vacío y oscuro. Vamos por el ancho pasillo hacia el elevador jugando, Caden busca rodearme la cintura y yo me hago la difícil desenredando sus brazos pero al final lo dejo porque no tengo la intención de alejarlo. En el ascensor, mientras bajamos al estacionamiento, nuestras manos se unen. Así salimos, vamos hacia su auto, él me abre la puerta del copiloto.

Justo cuando rodea el auto para subir, alcanzo a distinguir un movimiento cerca del elevador. Es Christian, el asistente de Leonel, amigo de Minerva y Micaela. No voltea ni una sola vez, sale del estacionamiento dando zancadas largas. Exhalo de forma ruidosa, sin saber que estaba conteniendo el aire.

Eso estuvo cerca.



Los nuevos guaruras de Caden nos siguen a todas partes, los veo por el espejo retrovisor. El jefe es Andrade y su compañero se llama Joan, al parecer Sócrates los conoce desde que eran niños. Son amables y callados, pero supongo que tienen que serlo para poder hacer su trabajo. Al ver sus rostros impasibles e intimidantes no puedo imaginarlos riendo a carcajadas y contando chistes en el horario laboral.

Perdido en ti  © (ET #1) *ACTUALIZANDO*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora