Nubia trabaja para los Lamont desde que su abuela tuvo que dejar el puesto en la empresa. Definitivamente preparar cafés e informes no era su sueño, pero es lo mejor que tiene y adora a su jefa Leah, así que no puede quejarse. Ahora lo único que bus...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Jueves 12 de abril de 2018
Ya ha salido dos veces a pedirme café, a su alrededor hay un montón de bolas de papel arrugadas, puedo escuchar cómo arroja el lápiz y las reglas al restirador de su oficina en repetidas ocasiones. Tuvo una reunión con Recursos Humanos hace unas horas y no prestó atención a las propuestas del departamento para el personal, así que les pidió un informe con lo expuesto con la intención de revisarlo después.
Él es muy talentoso y determinado, pero tan perfeccionista que se frustra si sus planes e ideas no salen como las planea. Está diseñando y algo no le agrada, entonces se bloquea y se convierte en un niño necio y frustrado.
Decido ir a la cafetería para conseguir el muffin relleno de zarzamora que sé que le levantará el ánimo, siempre que está desanimado lo pide y lo acompaña con una malteada de vainilla.
Busco una mesa mientras espero, en segundos alguien aparece en mi campo de visión. Su piel morena me recuerda a la canela, ese coqueto lunar en su frente y su sonrisa llena de luz me hacen sonreír. Dannae está sentada frente a mí, viste su uniforme de chef, no trae gorro y los cabellos ya se salieron del moño.
—¿Terminó tu turno? —pregunto.
—Soy un desastre, lo sé, vine corriendo de la universidad y entro en diez minutos, todavía tengo que ir al baño para arreglarme. Te juro que cuando cocino no soy así, es el único momento en el que soy organizada y sigo órdenes. En mi comida no encontrarás ningún cabello. —Habla muy rápido y suelta una carcajada que llama la atención de otros empleados.
Su risa es muy divertida y me hace reír.
—No te juzgo, sé lo que es estudiar y trabajar. Me alegra que no haya cabellos en tu cocina, por cierto.
—Oh, por Dios, entonces las dos somos plebeyas, a pesar de que convives con los reyes del palacio. —Mueve el dedo para señalar lo que hay alrededor
Una vez más me roba una risotada.
—Los reyes de este palacio son las mejores personas que he conocido.
