Nubia trabaja para los Lamont desde que su abuela tuvo que dejar el puesto en la empresa. Definitivamente preparar cafés e informes no era su sueño, pero es lo mejor que tiene y adora a su jefa Leah, así que no puede quejarse. Ahora lo único que bus...
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Sábado 21 de abril de 2018
Estoy tan agotada que cuando unos labios besan mi cuello y una voz ronca me dice algo sobre despertar, me quejo y me giro para acostarme boca abajo, alejándome de su toque.
—No puedo más, hombre insaciable —susurro.
Siento que no llevo ni diez minutos dormida. Creo que solo hace un par de horas me desmayé en la cama. Tuve lindos sueños, eso sí.
Escucho una risotada de fondo. Su cuerpo caliente se pega a mi desnudez por completo. Una deliciosa corriente me recorre porque su aliento frente a mi oído me provoca escalofríos. Mi piel reacciona erizándose, cosa que nota pues sus dedos acarician mis brazos.
—Vas a llegar tarde a la universidad si no te levantas, cariño.
—¿Tú de verdad piensas que podré ir a la universidad después de cómo me follaste? Estoy acabada, no puedo moverme.
Su mano rodea mi cintura, siento su palma entre la cama y mi abdomen.
—Mmh, y eso es solo el comienzo, señorita Cardozo.
Mi cuerpo responde curvándose, una presión placentera se concentra entre mis muslos doloridos. Todos mis músculos pesan, duelen como si hubiera hecho mucho ejercicio.
—Quieres volverme adicta.
—Ya lo eres, cariño —susurra—. Tu cuerpo ya me extraña, apuesto a que estás mojándote para mí ahora mismo.
—Caden boca sucia Lamont —murmuro.
Un segundo después estoy saltando porque ha picoteado mi estómago, las risas burbujean. Aprovecha que me giro para alejarme de él y su táctica de venganza, parezco un tronco rodando, cayendo por una colina, pero en la cama.
Se coloca encima de mí, se cuela entre mis piernas, las cuales rodean sus caderas como si fuera una respuesta automática que no puedo controlar.
Me quedo sin aire al mirarlo, sus ojos brillantes y juguetones, su cabello despeinado, una sonrisa que me derrite.
No puedo creer lo correcto que es sentir nuestros cuerpos desnudos juntos. Acaricio su barbilla, observo los labios que me torturaron anoche, también los repaso con los dedos.
