Capítulo 3

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La calma que había reunido se desvaneció al encontrarme en el mismo auto que Sebastián. Ambos podríamos fingir que no queremos gritarnos, pero la realidad es que mis puños estaban tan duramente cerrados que podía sentir como mis uñas se enterraban en las palmas de mis manos, el hombre a mi lado tampoco podía disimular la fuerza con la que sostenía el volante, estábamos reteniendo nuestras palabras, controlando nuestros impulsos, me pregunto cuánto tiempo tendría que pasar para que finalmente detonemos. Intentaba concentrarme en lo que pasaría a continuación, por lo que, en un intento de calmar mi rabia, decidí romper el silencio.

-Siento que has conducido por días y no llegamos a ninguna parte. -Solté las palabras mientras observaba cómo los nudillos de Sebastián se relajaban.

-La paciencia nunca fue tu virtud. -Se limitó a contestar con frialdad, el silenció volvió a hacerse presente, sofocándome de nuevo.

-A todo esto, no me has dicho exactamente a dónde vamos.

-Esperaba que no preguntaras, quería que fuera una sorpresa.

-No creo que sea prudente andarnos con sorpresas en esta situación, en todo caso deberías comenzar a decirme qué es lo que sabes.

-Como dije, la paciencia nunca fue tu virtud. -Soltó un suspiro exagerado antes de continuar. -Iremos a visitar a un viejo amigo, no lo conoces, pero él a ti sí y se muere por verte en persona finalmente.

-¿A qué te refieres con eso?

-No es un secreto para nadie que has estado desperdiciando tu vitalidad con ese inmundo veneno mundano, lo cual, por cierto, encuentro bastante desagradable. Creí que te había enseñado a mantenerte fuerte.

-Te sorprenderías si te contara todas las cosas desagradables que hice durante estos últimos setenta y dos ciclos. -Atiné a decir con ironía, mirando con atención al frente.

-Corregiremos un par de esas cosas, mientras tanto dime por favor que trajiste algo elegante para vestir.

-¿Debía? No mencionaste a dónde iríamos.

-Tendremos que desviarnos entonces, buscaremos un buen vestido para ti.

-No veo cuál pueda ser su utilidad.

-Deleitar, bonita. -Por primera vez en todo el camino, dirigió su mirada hacía mí, guiñándome un ojo.

-Eres desagradable. -De manera abrupta, Sebastián detuvo el auto, causando que me inclinara violentamente al frente y haciendo que el auto detrás de nosotros tuviera que maniobrar para evitar estrellarse, regalándonos un nada cordial saludo con el claxon dejándonos atrás. -¿Qué te sucede? Eso fue totalmente estúpido.

Un segundo fue suficiente para que Sebastián se liberara del cinturón de seguridad y posicionara sus piernas sobre las mías hundiendo su peso sobre mí, logrando inmovilizarme, intenté luchar con ambas manos, pero sólo sirvió para que él las tomara con una sola y las pusiera detrás del asiento, su otro brazo empujándome por el cuello, cortándome la oportunidad de hablar.

-Necesito dejarte algo muy en claro, Anabelle. Hemos pasado mucho tiempo separados, más del que me gustaría admitir, pero aun así me debes respeto, me debes literalmente tu vida y en el momento que yo quiera, te la puedo arrebatar, no lo olvides. -Sus pupilas dilatadas veían más allá de mis ojos, me perforaban el alma.

Unos largos segundos pasaron, haciéndome sentir impotente al no poder combatir de ninguna manera el peso que ejercía sobre mí, me negaba a darle una respuesta positiva o sumisa ante lo que acababa de decir, así que me limite a observarle a los ojos el tiempo suficiente para ver cómo sus pupilas volvían a su estado natural, de un solo movimiento se reincorporó en su lugar, dejándome un ardor en la garganta por su fuerza ejercida.

ANABELLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora