Sebastián, uno de los vampiros más antiguos del mundo, me atrevería a decir que el único que queda de la primera generación de la primera línea de sangre, como la primer criatura de la noche, tenía la responsabilidad de investigar consigo mismo todas las implicaciones que su condición conllevaba, su fuerza, velocidad, el poder era incomparable, sus debilidades se las creaba él mismo, si alguien lograba lastimarlo era porque así lo quería, eran pocas las cosas que lo hacían débil y yo las conocía todas con detalle. Me valí de ese conocimiento para intentar matarlo cuando se me asignó esa tarea, era la única acompañante que él había conservado durante tanto tiempo. Antes de mí existieron más vampiros a quienes Sebastián intentaba entrenar, era su manera de divertirse por unas cuantas décadas hasta que lo dejaran, o bien, terminara por matarlos.
Sin embargo, sin importar cuánta ira sentía hacia él, aun tomando en cuenta cuánto me había arrebatado, no podía hacerlo.
-No. -Terminé por contestarle a Nathaniel tras unos minutos de silencio. -Ya intenté asesinarlo y no lo logré.
-Pero yo sí lo lograré, Anabelle. Sólo necesito que me hagas saber cuál es su punto débil, sé que eso es algo que conoces muy bien.
-¿Por qué lo odias tanto?
-Creo que ya te he dado muchas explicaciones, la verdadera pregunta es, ¿por qué lo amas tanto?
-No lo amo. -Contesté de golpe.
En la profundidad de la noche, el viento soplaba ligeramente una brisa fresca que confundía mis sensaciones, el escalofrío que me recorría la columna vertebral bien podía ser por el clima o también podría ser causado por la presencia del vampiro frente a mí, ¿vampiro? Aunque su porte es imponente y su voz me ha dejado sin aliento, lo que acababa de hacer por mí realmente no es propio de un vampiro despiadado, bien podía haberme dejado a mi suerte con aquel otro vampiro depredador, pero no lo hizo, en realidad, él me salvó.
-Gracias por la ayuda, Sebastian. -Me atreví a decir para romper el silencio.
-No hay nada que agradecer, ¿te importaría si te acompaño a casa?
-En realidad me dirijo a otro lugar, no está muy lejos, estaré bien.
-Me temo que no puedo dejarte ir sin mí. -Sólo me limité a observarlo, manteníamos una distancia prudente, pero podía distinguir el color de sus ojos mezclándose con el negro de sus pupilas dilatadas. -Verás, esta es una noche particularmente peligrosa para ti.
-Necesitaré que seas un poco más claro.
-Tu sangre tiene un olor delicioso, bonita, y esta noche hay unos cuantos vampiros que no son del área, no dudarán en atacarte. Permíteme protegerte.
-No necesito protección, gracias.
Me di la vuelta con la intención de continuar mi camino, pero la pesada presencia que sentía a mis espaldas estaba segura de que pertenecía a él. Decidí ignorar el hecho de estar siendo perseguida por un vampiro, no parecía tener malas intenciones. Conforme caminaba a través de la oscuridad sentía cada vez más frío, lo cual me pareció bastante inusual para el tiempo del año en el que nos encontrábamos. Caminé por unos minutos en silencio hasta que el frío me paralizó por completo, haciéndome parar en seco.
-Sebastián. -Susurré, esperando que fuese suficiente para que él me escuchara.
-Pensé que no necesitabas protección, bonita. -Sentí su presencia a mi lado, irradiaba olas de calor que necesitaba con desesperación, sin entender del todo mis motivos, lo abracé.
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ANABELLE
VampiroFría, algunos podrían describir así a Anabelle, una joven que no envejece y que con el paso de los ciclos ha aprendido, por las malas, lo duro que puede ser no seguir las reglas, ¿quién diría que ser un vampiro no sería tan fácil como beber sangre y...