La sensación del agua sobre mi piel siempre lograba relajarme, la luz del sol ya no era capaz de desarrollar heridas visibles sobre mí, pero el hormigueo, el efecto como si fuera pinchada una y otra vez con agujas en cada milímetro expuesto me hacía temblar cuando no podía concentrarme en canalizar el dolor. Bajo la ducha, esa sensación se apagaba como si fuera la primera vez, mientras dejaba el agua correr me permití cerrar los ojos para reencontrarme con la experiencia.
Desperté de aquella oscuridad por la súbita sensación de ser sumergida bajo el agua, el hormigueo que me consumía desaparecía poco a poco mientras era consciente de cada una de mis extremidades, sentí mis pulmones oprimirse por la falta de aire y emergí de lo que reconocí como la bañera del cuarto de Sebastián, me llevé las manos al rostro sólo para aterrorizarme con lo que veía, mis manos, en casi toda su totalidad estaban invadidas de heridas secas, algunas eran superficiales mientras que otras se enterraban profundo en la piel quemada, las llagas se extendían por mis brazos así como por cada fracción que había sido expuesta a la luz del sol, temí imaginar el estado de mi rostro, debía estar cubierto de laceraciones.
Una vez recuperado el aliento, me permití buscar con la mirada algún indicio de compañía, sin embargo, la habitación estaba vacía, salí con cautela de la bañera, sintiendo como cada prenda de ropa que aún poseía se pegaba a mi cuerpo, el cabello escurriendo agua gélida. Me aventuré a través de la habitación, seguía en la residencia que había fungido como refugio para Sebastián y para mí desde la transición, apenas habían pasado unos días, pero lo sentía como un hogar. Precipité mis pasos hacia la sala de estar, encontrándome con un vampiro que conocía muy bien, estaba sentado en el sofá dándome la espalda, me permití observar por un momento cómo su cabello castaño se veía desordenado y aún así, él permanecía en completa calma.
-Seb... -Titubeé, mis labios templando por el frío que sentía. -Bastián.
Al escuchar mi débil susurro, se puso de pie, girando rápidamente hacía mí, lo sentí observándome profundamente con algo que distinguí como ¿orgullo?
-Vaya, vaya, Bell. Parece que eres más fuerte de lo que creí. -Se acercó con largos pasos hasta quedar frente a mí, su mano derecha hizo contacto con mi mejilla, proporcionándome un poco de calor, me aferré a la sensación presionando el rostro contra su toque. -No me equivoqué contigo.
Me entregué al calor que Sebastián me proporcionaba, sintiéndome segura entre sus brazos que me rodeaban por completo, sin importarle en absoluto si su ropa se empapaba al encontrarse con la mía, sin importarle las heridas en mi cuerpo que seguramente me hacían lucir terrible, enterré mi rostro en su pecho, aún después de la muerte, él estaba vivo y me hacía sentir viva.
-Bell. -La voz de Sebastián a través de la puerta del baño me hizo regresar a la realidad. -Iré al auto por el resto de las cajas.
-Está bien, aquí estaré. -Me sorprendió su cortesía al anunciarme lo que haría, lo dejé pasar y cerré la corriente del agua.
Envolví mi cuerpo en una toalla para dirigirme al armario, rebusqué en algunos cajones antes de encontrar algo que, si bien lo llegué a imaginar, me tomó por sorpresa, dos gavetas tenían ropa interior perfectamente ordenada, imaginé a Sebastián seleccionando minuciosamente aquellas prendas y bufé tomando lo que necesitaba. Lo siguiente en capturar mi atención fue darme cuenta del color predominante en las prendas destinadas a que las usara, cada pieza de indumentaria, jeans, camisas, chaquetas, todo era de color negro, como si Sebastián buscara que nuestra vestimenta fuera un recordatorio de que éramos una extensión del otro.
Una vez vestida, sequé y trencé mi cabello a ambos lados de mi cara, sentada frente al escritorio en la habitación me disponía a sacar todo el material que teníamos hasta el momento cuando Sebastián entró por la puerta, arqueando una ceja mientras me observaba sin descaro alguno, como si quisiera memorizarme en ese momento.

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ANABELLE
VampireFría, algunos podrían describir así a Anabelle, una joven que no envejece y que con el paso de los ciclos ha aprendido, por las malas, lo duro que puede ser no seguir las reglas, ¿quién diría que ser un vampiro no sería tan fácil como beber sangre y...