Los primeros minutos del viaje fueron en total silencio, Sebastián sonreía sin modestia alguna, yo sabía que a sus ojos él había marcado territorio como si yo fuese algo con lo que se pudiera negociar, a cada minuto no lograba disminuir la repulsión que el vampiro me causaba. Incluso comencé a debatirme si había tomado la decisión correcta, después de tanto tiempo no estaba segura de la confianza que sentía en él. Como si estuviera leyéndome, Sebastián rompió el silencio.
-Tomaste la decisión correcta, Bell. -Despegó sus ojos del camino para posarlos en mi por un momento. -Nada bueno puede salir de una amistad con Nathaniel.
-Parece que lo conocieras de hace tiempo.
-Tenemos historia, en realidad venimos hasta aquí para hablar con alguien que trabajó con él de cerca.
-¿Por qué no hablamos con Nathaniel directamente?
-Porque queremos saber la verdad, él no es de fiar, Anabelle. Cuando mencionaste su nombre en el restaurante tuve que cerciorarme de que estabas hablando del mismo Nathaniel. -Lo miré con una clara confusión clavada en mí rostro. -No debería estar vivo y con eso me refiero a que él no debería ser un vampiro.
Estaba lista para hacer un millar de preguntas, pero mis intenciones se vieron apagadas al ver cómo aparcábamos frente a una pequeña casa dentro de un vecindario que se sentía bastante amigable. Sebastián bajó del auto y se encaminó a la puerta principal, le seguí con una distancia prudente entre ambos, si esto era una trampa quería estar preparada.
Mientras esperábamos que alguien abriera la puerta me detuve a observar detalladamente al vampiro frente a mí. Evidentemente los años no habían pasado para él y la eternidad le sentaba tremendamente bien. Su estatura seguía siendo la misma imponente de siempre, aunque lo más remarcable de su apariencia siempre han sido sus torneadas piernas que llamaban la atención de cualquiera que le viera, todo su aspecto era atractivo, su piel blanca contrastaba con sus ropas, en todos los años que he conocido a Sebastián jamás ha usado una sola prenda que no fuera en tonos oscuros, supongo que era parte de la imagen que le gusta proyectar en los demás. A la luz del sol su cabello castaño brillaba como una invitación a acariciarlo mientras su aroma propio deleita los sentidos.
No todos los vampiros son atractivos, muchos de ellos llegan a tener su transición con una edad muy avanzada por lo que su aspecto puede resultar hasta cierto punto repulsivo para algunos, recuerdo en particular a una mujer de muy avanzada edad, su cara estaba plagada de arrugas, bajita y rechoncha, en su vida mundana tal vez fuera una abuela entregada a sus nietos, pero como vampiro era bastante abusiva. Sebastián tuvo su transición cuando tenía veintiocho años, por lo cual a través del tiempo ha continuado con una imagen varonil madura pero llena de vida.
-Cuando tengas suficiente de verme, puedes venir a tocar, Bell. -Acto seguido me guiñó un ojo, sacándome por completo de mis pensamientos.
-Ya quisieras. -Dije, mirando a otro lado. -Creo que aquí tampoco eres bienvenido, Sebastián.
-Puedo escuchar que está ahí dentro, quizá sólo necesita un minuto.
-Tenemos toda la eternidad.
-Necesito preguntarte algo, Bell. -Se acercó y puso su mano en mi barbilla, obligándome a verle directamente. -¿Qué hacías con Nathaniel Kleitman?
-No tengo por qué darte explicaciones. -Me liberé de su agarre, interponiendo distancia entre ambos. -Y deja de decirme Bell, sabes que lo odio.
Sin ganas de tener esa conversación decidí llamar a la puerta yo misma, sorprendiéndome cuando ésta se abrió al segundo golpe, dejando ver una silueta pequeña, tuve que bajar mi cabeza para alcanzar a distinguirle, un hombre de avanzada edad en silla de ruedas era el dueño de esa residencia recibiéndonos con una cara de pocos amigos.
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ANABELLE
VampireFría, algunos podrían describir así a Anabelle, una joven que no envejece y que con el paso de los ciclos ha aprendido, por las malas, lo duro que puede ser no seguir las reglas, ¿quién diría que ser un vampiro no sería tan fácil como beber sangre y...