Apenas llegamos a la residencia, la luz del sol se posó sobre las calles, dando por finalizada la jornada para los vampiros. Amanda se había encerrado en su habitación, se sentía un poco culpable por haber dejado atrás a la chica con la que se alimentó. No lo admití en voz alta, pero me alegraba que aún tuviera escrúpulos. Es lo primero que se pierde con la transición.
Planeaba declarar este día como un desperdicio por no haber llegado a nada relacionado a mi tarea especial, pero el haber ayudado a Amanda me ayudó a cerrar el día como una victoria. El segundo día comenzó con una sorpresa bastante inesperada, escuché cómo la puerta principal se abría de un solo golpe y esperando lo peor bajé rápidamente, topándome de frente con una figura alta cubierta con largas ropas de cabeza a pies, una vez que cerró la puerta a sus espaldas, se dejó caer contra la puerta, como acto reflejo me le acerqué topándome con una imponente mirada pero que no tenía el mismo brillo que la noche anterior cuando nos vimos por primera vez.
-Nathaniel, ¿cierto? -Le pregunté quitándole el pesado abrigo que lo cubría.
-El mismo, lamento que me tengas que ver en estas condiciones, debía hablarte cuanto antes. -Al decir esto se puso de pie y su estatura me agobió, tenía que elevar mi cabeza un poco para poder conectar nuestras miradas. -Primero tengo que dejar esto en la nevera, me imagino que ya conociste a Amanda, ¿no es así?
-Sí, me dijo que tú eres algo así como su hada madrina de la sangre. -El soltó una pequeña risa mientras guardaba unas cuantas botellas en la nevera, olían muy bien, creo que él notó mi aspiración tratando de quedarme con el olor del líquido.
-¿Hace cuánto no te alimentas apropiadamente?
-Define apropiadamente.
-Con sangre que no venga de un humano venenoso. -Fruncí el ceño en respuesta, como si hubiera leído mis pensamientos, continuó. -Se corre la voz muy rápido cuando un vampiro hace esa clase de cosas, más de uno está sorprendido que no te hayan matado aún.
-Si te soy honesta, yo también estoy sorprendida. -Nathaniel me ofreció una botella, me estremecí cuando la abrí, el olor era increíble. No lo pensé y me la llevé a la boca.
-¿Es por eso que lo haces? Si buscas morir podrías sólo salir al sol. -Me observó con cautela mientras dejaba la botella a medio beber sobre la mesa. Yo no dije nada y él sólo sonrió. -No me digas que él te hizo pasar por esa tortura.
-Pensé que conocías mi historia muy bien.
-Esto es lo que sé, fuiste la protegida de uno de los vampiros más viejos jamás conocidos, se te confío su cacería y fallaste. -Sus palabras se clavaron duramente en mis oídos. -Fuiste exiliada, llamando la atención de muchos porque debías morir y el concejo tuvo piedad, luego te dejaron hacer tu vida sin ninguna otra misión o castigo, cosa que tu aprovechaste para envenenarte con mundanos, de nuevo merecías morir y el concejo fue indulgente.
-Supongo que no quieren perder el tiempo conmigo.
-Lo que yo supongo es que tienes algo muy especial que te hace intocable ante ellos. -Al decir esto se acercó a donde estaba sentada, giró el pequeño banco en el que me encontraba para poder verme de frente, nuevamente tuve que alzar la cabeza para mirarle a los ojos. -Me encantaría conocer más de tu historia, conocer más de ti.
Lo siguiente que pude sentir fueron sus brazos apoyados contra la mesa tras mío, acorralándome. Estaba tan cerca que alcancé a distinguir el olor peculiar de la piel quemada por el sol que emanaba de él, esto llamó mi atención.
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ANABELLE
VampirFría, algunos podrían describir así a Anabelle, una joven que no envejece y que con el paso de los ciclos ha aprendido, por las malas, lo duro que puede ser no seguir las reglas, ¿quién diría que ser un vampiro no sería tan fácil como beber sangre y...