Capítulo 4

4 0 0
                                        

Oscuridad.

Para alguien como yo, la oscuridad no implicaba problema alguno, si bien es cierto que es difícil distinguir figuras a la distancia, en conjunto con los otros sentidos se puede maniobrar entre las sombras sin problema alguno. La oscuridad abrazaba todo el lugar que apenas unos segundos atrás estaba perfectamente iluminado, lo último que había divisado con claridad eran algunas personas sentadas alrededor de sus mesas mirándome fijamente, quienes para este punto estaban causando un alboroto alrededor del lugar, se escuchaban estruendos de platos cayendo al suelo partiéndose en pedazos, gritos desgarradores provenientes de hombres y mujeres a quiénes rápidamente se les arrebataba la vida y con ella dejaban un olor a sangre que poco a poco comenzaba a volverme loca.

Salí de mi ensimismamiento sólo al sentir dos fuertes brazos sujetándome por la espalda, con ese movimiento mis instintos se encendieron rápidamente, girándome sobre mi propio eje utilicé mi codo para alejar a la figura detrás de mí logrando moverle apenas unos centímetros, cuando su figura intentó acercarse de nuevo le alejé con un golpe que aterrizó con éxito en su cara, dejando escapar un gemido de dolor seguido de un gruñido para alejarse en una dirección contraria a la mía. Dirigí la mirada hacia el camino por el que huyó sólo para darme cuenta de que, más allá de huir de mí, se estaba uniendo a una multitud que estaba expectante a algo a mis espaldas, o mejor dicho, a alguien, Sebastián estaba plantado firmemente sobre lo que parecía una especie de escenario que sobresalía un poco de la altura del resto del suelo.

-Buenas noches, gracias por acompañarme esta noche tan especial. -Su voz resonaba con dureza en todo el recinto, aunque no alcanzaba a ver con claridad sus ojos sabía que él veía fijamente los míos. -Como ya saben, hoy traje una sorpresa conmigo; mi querida Anabelle vuelve a mi lado. Por cuestiones ajenas a mi he de decir. Pero creo que esta es la oportunidad perfecta para finalmente, unir mi destino con el de ella. Lamento decepcionar a las presentes.

Sentí mi pecho oprimirse en sorpresa, unir destinos es algo que jamás se me ha cruzado ni siquiera como un pensamiento fugaz, decirle insensato es poco. Es la comunión entre las vitalidades de dos vampiros, haciendo a uno reflejo del otro, incluidas las debilidades. Si uno sangraba el otro lo hacía también, si uno era exiliado el otro le acompañaba, lo que implica además que, si uno era el objetivo en una cacería no importaba quién moría, ambos caerían. Un precio demasiado alto qué pagar para llamarle sólo un acto de amor, pues era todo lo contrario, era una sentencia de muerte. Jamás accedería a ella, al igual que Sebastián tampoco lo haría, tenía mucho que perder.

Me acerqué con pasos decididos hacia su dirección, topándome con un par de cadáveres de mundanos en el camino, a algunos no les quedaba ni una sola gota de sangre en el cuerpo, otros tantos seguían emanándola, embriagándome con el olor, conforme me acercaba al pequeño escenario fui capaz de ver los ojos de Sebastián que acompañaban una sonrisa que dejaba mostrar sus colmillos.

-Pero antes, necesito saber si después de todo este tiempo, sigue siendo digna. Por lo que les pido, no tengan piedad intentando matarla. -En ese instante mis pies se pegaron al piso. -Si lo logran, lleven su cadáver a la azotea, los estaré esperando, buena suerte, Bell.

No había terminado de procesar la situación cuando frente a mi aparecieron dos vampiros altos de piel oscura con rasgos duros, su mirada era impasible, sin perder tiempo los dos intentaron atraparte simultáneamente, cosa que yo respondí impulsándome con sus hombros intentando saltar fuera de su alcance pero fue inútil, uno de ellos tomó mi tobillo derecho, me sacudí un poco en el aire antes de caer con fuerza sobre mi espalda impactando en una mesa que cayó junto conmigo, sentí como un pedazo de cristal se enterraba en uno de mis muslos, lo tomé con rapidez sin poder evitar hacer una mueca de dolor al pincharme la mano con un borde afilado, apenas lo tuve entre mis dedos lo lancé ávidamente a la yugular de uno de los hombres que amenazaba con tomarme por el tobillo de nuevo, al instante él lo sacó de la vena causando que su sangre volara de manera dramática en todas direcciones. Cuando el hombre impactado se derrumbó también lo hizo el vampiro a su lado, ambos estaban unidos.

ANABELLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora