Capítulo 3

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Me recogí el pelo rápidamente con una pinza y este quedo hecho un desastre, pero igualmente golpeé la puerta.

Aquella mañana me había despertado tarde al no recordar que había cambiado mi nuevo horario y que el despertador no sonaría. Había salido corriendo de casa con las bambas mal cordadas, con unas mallas cortas de color negro y una camiseta blanca. En palacio no tenían ningún problema con el vestuario, simplemente pedían en la parte de arriba color blanco y en la de abajo negro, para no molestar con colores fogosos o cálidos a la familia real, con esos colores quedábamos como algo más en la decoración y no tenían por qué fijarse en nosotros. Había corrido a palacio desde la parte baja subiendo todas las cuestas que llevaban al hogar de la familia real.

Estaba delante de una puerta de madera que se camuflaba muy bien entre la estructura quedando sutilmente olvidada, esta se situaba en la parte lateral de palacio.

- ¿Nueva? - preguntó una mujer mayor al abrir la puerta.

Asentí.

- ¿Documentos?

De la pequeña mochila que llevaba en la espalda saque los documentos firmados por el rey confirmando que estaba autorizada para trabajar aquí. La mujer saco unas gafas de su bolsillo y se las puso, ojeo las hojas confirmando lo que le decía.

- Todo correcto.

La mujer era tan tajante y fría que me ponía aun más nerviosa. Abrió la puerta del todo para que pasase y lo hice.

La mujer comenzó a andar con rapidez cruzando pasillos repletos de puertas, hombres, mujeres y hasta niños moviéndose con bandejas por esos mismos pasillos. Al final llegamos a uno de los pasillos con una puerta al final y entramos en aquella habitación.

La habitación tenía un escritorio amplio y formal en medio de la sala, más allá había unas cuantas estanterías llenas de libros y dos sofás elegantes de color negro. Aquello me sorprendió de sobre manera, no pensaba que en palacio estaban tan atentos a los sirvientes, pero en el momento en el que pensé en ello, me di cuenta de que había un certificado en el que daba a entender su poder allí.

- Siéntate.

La obedecí y me senté en la cómoda silla.

Joder, quería una de esas.

- Soy la supervisora del servicio, si tienes algún problema ven a mí, si has tenido un mínimo error ven a mí, si tienes dudas ven a mí, si necesitas algo ven a mí, si has cometido un enorme error...

La interrumpí.

- Ven a mí, lo he entendido.

Hizo una mueca, pero siguió.

- Estas son las normas del servicio, harás todo lo que te ordene yo o cualquiera que tenga un cargo superior al tuyo, esta prohibido cotillear por palacio, no te acerques a la familia real, si aparece la familia real te reverencias a un lado de su camino, pero a una distancia de más de tres metros, los objetos o lo que necesites tienen que ser anotados en una lista antes de usarse, no puedes entrar en las estancias no autorizadas...- y siguió hablando sobre sus tan prestigiadas normas.

En fin, resumo lo que estuvo diciendo, que no molestase a la familia real y todo iría bien.

Después de la charla, me mando a buscar a una tal Lynette en las cocinas.

En media hora me perdí unas cuantas veces entre pasillos, pero al final conseguí llegar a las cocinas, donde más de cien trabajadores cocinaban de lado a lado entre gritos y comentarios ofensivos.

Una chica llamo mi atención, estaba sentada a un lado de todo el desorden de los cocineros mientras mordía una manzana, la chica tenía unos ojos grandes y verdes acompañados con unas largas pestañas que los hacían ver hermosos, su cabello era tan blanco como la mismísima nieve, su nariz era respingona y sus labios estaban notablemente enrojecidos.

Me acerqué a ella en busca de Lynette.

- Hola- saludé con una sonrisa simpática.

- ¡Hey! - dijo contenta.

- Estoy buscando a Lynette, ¿la conoces?

Su sonrisa se pronunció aún más.

- Si, soy yo- dijo levantándose de un bote del suelo.

- Soy nueva, me han dicho que me darías mis nuevas tareas.

Me miro sorprendida, pero cambio su expresión rápidamente a la de felicidad.

- Necesito que me ayudes a limpiar la habitación de la mano derecha del rey.

A continuación, nos pusimos en marcha hacia los almacenes, cogimos todo lo necesario y lo apuntamos en la lista, cargamos con los utensilios de limpieza hasta la tercera planta del palacio. El palacio se clasificaba en tres plantas, la cero que es de la de dónde venimos que está bajo tierra y es para el servicio, la primera donde se celebraba las grandes fiestas, estaba la sala del trono y más lugares importantes además de la entrada de palacio y la segunda donde estaban las habitaciones de la familia real y sus más importantes trabajadores.

Cuando llegamos a la habitación de la mano derecha del rey, obviamente está estaba solitaria pero el desastre que había era horroroso. Había todo tipo de prendas tiradas en el suelo, desde ropa masculina hasta ropa intima femenina, el alcohol estaba tirado por el suelo formando charcos en él, la cama estaba desmontada del todo, la estancia olía a todo tipo de drogas, y mucho más que no me apetecía especificar.

- Esto es asqueroso- dije, agarrando un sujetador con lentejuelas.

Hice una mueca.

- Si que se lo pasa bien- comenté.

Desde que habíamos entrado en el lugar Lynette se había visto apagada.

- ¿Estás bien? - pregunté

Me miró con una mezcla de melancolía y tristeza.

- Claro, limpiemos.

La caída realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora