Capítulo 18

1 0 0
                                    

Esperé en cocina a que los empleados se fueran marchando para subir sigilosamente a la habitación de Adrien. Lynette se estaba desmelenando cuando llego enfrente mío masajeándose la cabeza.

- Estoy tan cansada.

- Yo ahora me cambiaré e iré a casa – mentí. Al instante sentí una presión en el pecho, no quería seguir mintiéndola.

- ¿Te espero?

- No, no. Vete ya, yo estoy recobrando las fuerzas – me apoyé en la encimera.

- ¿Seguro? Es tarde, aunque no vivamos ni por asomo en la misma zona es mejor ir juntas.

- Aún tengo que recoger algunas cosas, no te preocupes de verdad. Vete ya, así irás acompañada un tramo – iba a negarse, pero la arrastré hacia la puerta de fuera – Nos vemos mañana – y le planté un beso en la mejilla antes de cerrarle la puerta.

Exhalé todo el aire contenido, y me llevé conmigo mi mochila escaleras hacia arriba con sigilo. Había guardias apostados en las esquinas e iban haciendo cambios, era imposible pasar por el pasillo, así que sin que se fijase uno de los guardias de una esquina cercana a las escaleras, me movilicé rápido hasta una de las ventanas de palacio. La abrí rápidamente y miré hacia fuera. El segundo piso tenia unos cuantos metros de caída, que podían provocar mucho daño. Pasé todo mi cuerpo y me agarré a una estructura que sobresalía por encima de la ventana para con las piernas cerrar la misma. Así me moví agarrada fuertemente hasta la habitación de al lado, que conocía bien, la de Adrien. La única vez que había estado allí, había tenido que subir por el árbol hasta aterrizar en el balcón, llegué de otra manera, pero con los mismos resultados.

Abrí las puertas de cristal y entré. Adrien estaba sentado en su amplia cama dando la espalda a los grandes ventanales, apoyando sus codos en las piernas y con las manos agarrando su cabeza, desordenando su pelo. La habitación estaba a oscuras y lo único que iluminaba la estancia era el brillo de la luna. Llevaba el torso descubierto, por lo que su gran espalda se marcaba y los pantalones que utilizaba eran unos de traje, que imaginaba que había pasado todo el día con ellos. Mi estomago se revolvió en contra de mí y mis manos empezaron a sudar.

- Dime, ¿qué es lo que ocurre? – mi voz salió sin fuerzas.

Su cuerpo se gira lentamente hacia mi y me mira con sus intensos ojos de color verde, su rostro no muestra ninguna emoción, aunque la forma en la que se encontraba me deja con una sensación extraña.

- Tengo que actuar. Necesito que lo hagas por mí – remarcó el "necesito".

Tragué saliva nerviosa, mientras se aproximaba lentamente hacia mí, quedándose enfrente mía, solo escuchándose nuestras respiraciones. Necesito. Necesito. Necesito. La atmosfera cambió de un momento a otro, el corazón me martilleaba con fuerza. Aléjate. Aléjate. Aléjate. Mi mirada se quedó completamente prendida de la suya.

- ¿Qué necesitas? – susurré.

Una atracción palpable nos envolvía a la cual ninguno de los dos queríamos ceder. Yo no quería ceder. Nos estábamos utilizando. Nos odiábamos o eso es lo que debíamos sentir hacia el otro.

- Tenemos que romper ese matrimonio.

Aquello fue como música para mis oídos. Sin reinos aliados a la monarquía, una revolución era mucho más sencilla.

- ¿Cómo?

- Eso te lo dejo a ti. Sabes lo que hay que hacer.

Me relamí los labios con una sonrisa juguetona ante sus palabras.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La caída realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora