La ventana estaba abierta de par en par para que el aire frío refrescara la habitación. Tenía los ojos cerrados aún cuando no estaba durmiendo, me había despertado por la pelea de unos borrachos en la calle y ya no podía volver a mi tranquilo descanso.
- Te voy a...- el sonido de los cristales al caer me hizo cerrar aún más los ojos, esperando a que se fueran, pero no.
Al final acabé por levantarme y mirar la hora, eran las cinco de la madrugada. Me vestí con la ropa adecuada para el trabajo en el castillo y bajé las escaleras con cuidado de no despertar a mi madre, los escalones crujían por mi peso, pero conseguí bajar sin problemas. Abrí uno de los armarios de la cocina, este estaba medio vacío, pero saqué un tarro de galletas. Me senté en una silla y puse el tarro en mis rodillas, mientras comía galletas con chispitas de chocolate mirando por la ventana, las vistas no eran gloriosas ni siquiera bonitas.
Cuando me aburrí pensé en que quedaban pocas horas para ir al castillo pero que podía pasarme por la taberna, y dejarle la faena mejor acomodada a Marc. Tenía ya un trabajo nuevo en el cual pagaban medianamente bien pero aún así para mantenernos en este lugar a mi madre y a mí necesitaba el otro trabajo, mi madre trabajaba como limpiadora en las casas más altas donde se podían permitir ese tipo de lujos.
Mi madre siempre había cuidado mucho su imagen, decía que mientras viesen algo de calidad antes de la práctica, tendrías el trabajo. Así es como había conseguido trabajar para los más ricos, porque, aunque quisiésemos mentirnos, ellos escogerían a alguien que les resultase físicamente más igual a ellos.
Salí de casa, dejando la puerta bien cerrada, ya que en Faller la delincuencia era tan común como ir a comprar todos los domingos al mercado.
Fui con el máximo cuidado andando de forma rápida hasta que llegué a la taberna. Saqué de mi bolsillo la llave para abrirla y entré.
Todo estaba a oscuras menos por la luz que entraba por las ventanas. Tanteé la pared buscando el interruptor y la encendí. El lugar estaba desordenado y sucio daba por hecho que no había tenido suficiente tiempo Marc por lo que le puse las cosas fáciles.
Recogí todas las mesas, limpié los cacharros, las vitrinas, las mesas, el suelo, la barra, barrí todo el recinto y lo fregué. Tenía mucho calor y la cabeza ya me pedía un descanso, miré la hora y vi que faltaban dos horas exactas para empezar mi turno en el palacio.
Detrás de mí sonó la puerta abriéndose y salté de un bote del susto.
Marc. Tenía unas ojeras horrendas y su vestimenta estaba arrugada y sucia, su cara reflejaba una seriedad absoluta, pero en su mano llevaba un palo que no paraba de temblar.
- Adelaide. - se puso la mano en el pecho y respiró más tranquilo- Pensaba que habían entrado a robar.
Se movió por el lugar y se sentó en una de las sillas. Se fijó en su alrededor y en lo que había hecho mientras él no estaba.
- ¿Por qué has venido antes? ¿Y por que no viniste ayer a trabajar? - miró el lugar con ojo crítico.
- Lo siento Marc. – me senté en una de las sillas que estaban más cerca de él – Es que me cogieron para trabajar en palacio, y no me dio tiempo a explicarte que tenía que cambiar de turnos.
- ¿Pediste un puesto allí? - preguntó extrañado.
- Sí. Necesito el trabajo, Marc- mentí, bueno por lo menos no del todo.
Dejó el aire salir mientras se reclinaba en su silla.
- Necesito a gente aquí, Adelaide, yo solo no puedo.
Lo peor es que lo sabía. Ya se le empezaba a notar la edad en el rostro, en la forma de caminar y en como su pelo empezaba a llenarse de canas.
- Cuando cierres deja todo como este y yo por la mañana me levantaré antes para preparártelo todo como hoy.
Él negó con la cabeza.
- Por las noches necesito a alguien, yo ya no voy tan rápido con los pedidos y cada vez me cuesta más.
- Te puedo conseguir a alguien- intenté convencerlo.
- No puedo pagar a dos personas, Adelaide- sonaba cansado.
- Vendré antes. Salgo de palacio en cuanto haya acabado mis tareas del día, me daré prisa y llegaré sobre las ocho o nueve.
- No sé, no sé- se veía dudoso.
- Lo intentamos esta semana- seguí insistiendo.
Me miró una última vez y chasqueó la lengua.
- Bueno, vale.
Sonreí victoriosa.
- No te arrepentirás.
Me acerqué rápidamente y sin que se lo esperase le di un abrazo rápido.
- Ahora me tengo que marchar a palacio, nos vemos luego.
Él asintió, y me despedí con la mano. Me quedaba menos de media hora para llegar, por lo que empecé a correr despavorida por las calles de Faller con la respiración incontrolable.
Dos minutos antes de que empezasen las listas de trabajo, yo ya estaba ahí, cansada y sudada, pero estaba ahí.
La supervisora me recorrió con la mirada y en el camino formó una mueca de disgusto.
- Arréglate- dijo contundentemente.
Asentí y ella apuntó mi nombre.
Fui a buscar a mi compañera Lynette, pero entonces uno de los guardias chocó conmigo a punto de tirarme al suelo si no fuese porque su brazo rodeo mi cintura para evitar mi caída. Disimuladamente y mirando que nadie estuviese cotilleando, dejó en mi mano una nota. Lo miré confusa, pero él se marchó rápidamente.
- Catrina. - vino hacía mí Lynette alegre- ¿Hacemos las tareas juntas?
- Si, ves a buscar tú los utensilios que necesitaremos que yo tengo que llevar unas cosas a el jefe de cocina- ella asintió y se fue.
Me moví entre la multitud de sirvientes hasta llegar a un pasillo vacío. Abrí la nota y la leí.
"Nos encontraremos en el jardín,
en cuanto el sol se esconda,
y la oscuridad resurja.
-A. K"
Adrien King, me dije mentalmente.
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La caída real
FantasyUna monarquía desastrosa con una familia catastrófica en ella. En Faller no aguantan más a la familia monárquica que ostenta el poder desde hace cientos de años. Una chica joven criada en los peores lugares del reino espera su momento, después de v...