Capítulo 7: Ciudad Armada

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A la mañana siguiente, Rumsfeld comenzó mi entrenamiento cuando el cielo aún se encontraba umbrío. En un inició colocó sobre mi espalda y mis tobillos unas extrañas pesas, al parecer de granito, que quizá había comprado en algún sitio de la ciudad, igualmente colocó algunas más pequeñas en mis muñecas; él también se colocó otras pesas. Trotamos alrededor de la ciudad hasta que perdí la cuenta de la distancia que habíamos recorrido, paramos únicamente cuando el sol se encontraba en su punto más alto.

Una vez nos detuvimos Rumsfeld me ordenó comenzar con flexiones; 5 series de 50 flexiones al suelo, 50 flexiones de abdomen y 50 flexiones de piernas. Él partió en dirección a la ciudad a buscar nuevas pistas. Comencé mis ejercicios, aunque al principio me sentí un poco decepcionado; por favor querido lector, evité pensar que esta cantidad de ejercicio eran un desafió para mí, pues para ser cazador se necesita poseer un mínimo de fuerza y resistencia que comúnmente se consideraría sobre humano, y yo tenía ese mínimo.

En un inició pensé que mi compañero me había subestimado, ¿acaso sinceramente me veía como un saco de huesos al no poseer su monstruosa capacidad física?, en realidad no importaba.

<<Quizá cuando le demostrará que podía realizar aquellos ejercicios sin problema empezaríamos con el verdadero entrenamiento>>

Pero mis pensamientos no podían estar más errados, pues poco a poco mis músculos empezaron a fallar y durante la tercera serie sentía mis músculos quemarse a cada repetición. Normalmente podía realizar quizá 10 series de ese tipo antes de comenzar a sentirme exigido, pero esta vez había algo diferente; las pesas estaban haciendo su trabajo. Con un gran esfuerzo y mucha fuerza de voluntad logre completar las series. Justo al terminar me desplomé bocarriba (si lo hubiese hecho bocabajo el granito en mi espalda me hubiese asfixiado). Me encontraba jadeante, y aunque los rayos del sol caían con furia sobre mí no eran suficiente motivo para intentar moverme a un sitio más templado, menos aún con las pesas sobre mi cuerpo. Entonces Rumsfeld se acercó a mí, colocándose entre el sol y yo y dijo.

-Es increíble que te encuentres en esas condiciones solo con el calentamiento – En ese instante mi autoestima se quebró; si no lo creía antes, ahora mi compañero si pensaría que soy solo un costal de huesos – Aunque siéndote sincero no pensé siquiera que pudieses con las repeticiones, ¿Si las has completado de forma correcta? Espero que sea así pues lo harás con las pesas durante nuestra estancia en esta ciudad, y no lograras avanzar mucho si no lo haces de forma correcta. Venga, comamos un poco, necesitaras energía pues se acerca la parte difícil –

Justo cuando mi compañero pronuncio aquellas últimas palabras, mi nariz distinguió el olor a comida que anteriormente había ignorado. Rumsfeld me ayudó a zafar los goznes de las pesas en mis muñecas, pues de otra forma no hubiese sido capaz de librar los goznes de los tobillos sin lastimar mis manos, y finalmente desajuste las correas de la losa en mi espalda para seguir a mi compañero.

Dentro del bosque, en un agradable sitio donde los árboles cubrían lo suficiente el sol para crear una temperatura agradable, se encontraban dos rocas dispuestas como asientos en rededor de un gran tronco cortado hace tiempo. En el tronco se encontraba una gran olla con un guiso algo común, pero con carne de un animal desconocido para mí (quizá mi compañero lo había adquirido en el bazar), me serví en uno de los dos platos de barro junto a la olla y me senté en una de las rocas. Mi compañero entonces me entregó una gruesa cantimplora, en cuyo interior había una considerable cantidad de vino aguado.

-He hablado con bastantes personas en el bazar mientras te encontrabas entrenando, parece que hemos llegado en buen momento, o quizá mal, dependiendo como lo tomes. Los lugareños están yendo en dirección del acantilado para comprobar la existencia del acantilado, pues muchas aves mensajeras han llegado con terribles noticias para algunos comerciantes. Parece ser que algunas de las carretas que venían desde el suroeste para proveer a algunos de los comercios locales se han encontrado con un gran problema... –

Crónicas de un cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora