Capítulo 1: Niñez

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Viví mis primeros diecisiete años en este sitio, en una fría y destartalada choza junto con mis padres, mi hermana y tres enormes perros. Como adivinara solo con esta pequeña frase, querido lector, no vivíamos de forma muy acomodada, pues mi padre Frederick Frost, humilde cazador, normalmente utilizaba sus habilidades como tal más para obtener alimento o vestimentas que para la obtención de dinero como tal. Mi madre, Adeline Frost, fue una gran madre, y mejor esposa supongo, pues podía confeccionar distintos tipos de prendas capaces de alejar el frio en invierno, además de convertir cualquier sustento que lograba cazar o recolectar mi padre en platillos suculentos.

En aquellos tiempos no llegué a tener conciencia de la precaria situación en la que vivíamos, ni que la única razón por la que contábamos con tres canes flacuchos, que apenas podíamos alimentar lo suficiente para que no muriesen, era para no morir de frío durante las duras noches de invierno. Igualmente, jamás llegué a preguntarme cómo y porqué mi madre sabía el don de la escritura, ni las maneras en las que conseguía materiales para educarnos a mi hermana y a mí en aquella arte. Entienda, querido lector, que en aquellos sitios olvidados por los dioses era común que los vecinos más cercanos viviesen a medio día de camino, incluyendo el feudo al que debíamos lealtad, del cual en comparación de demás habitantes en nuestras mismas condiciones vivíamos a una distancia demasiado cercana; dado esto último no teníamos mucha interacción con otras personas.

Lo anterior en conjunto con la profesión de mi padre despertó en mí un interés anormal por la fauna local, y cuando me refiero a un interés me refiero al hecho de desear conocer todo sobre las criaturas. Todo esto comenzó supongo por las pláticas de mi padre sobre los hábitos de las distintas criaturas que se dedicaba a cazar, además de su queja a modo de broma sobre la falta de un manual de cacería; ¿Debó mencionar que la broma era más hacia el hecho que él, a diferencia de mi madre, no tenía el don de interpretar palabras escritas? quizá no, pero me siento obligado a hacer la aclaración. En un principio comencé con registros simples en maltratados pergaminos con tenues manchas de tinta, clara señal que eran pergaminos viejos cuya tinta se había deteriorado tanto que había desaparecido parcialmente, donde sencillamente mencionaba información que mi padre ya conocía de ciertas criaturas. Él siempre me hablaba sobre la temporada de apareamiento, sitios donde suelen reunirse o rondar, breves descripciones de sus habilidades físicas y las mejores maneras de proceder a cacharles, como trampas, ataques a distancia o hasta ataques sorpresa.

Sin embargo, esto no me bastó, y comencé a realizar pequeñas expediciones, que poco a poco pasaron de durar horas a días enteros. Igualmente, en estas expediciones pase de sencillamente observar aquellas características que mi padre había mencionado en criaturas de las que él desconocía un par de estas, a inventar y crear tácticas para combatir y/o ahuyentar grandes depredadores, pues al fin y al cabo debía defenderme de estos con equipamiento casi nulo, ya que las armas necesarias las usaba mi padre para su oficio.

No recuerdo a qué edad comencé a acompañar a mi padre en sus expediciones, pero sí que esto nos llevó al increíble descubrimiento que conocía más sobre las criaturas locales que mi propio padre. Un nuevo comentario a modo de broma despertó mi mayor ambición.

-Te podrías convertir en el mayor cazador si llegas a obtener conocimiento sobre todas las criaturas de Aneal –

Lo primero por algún motivo no despertó en mí el menor interés, pero lo segundo era algo demasiado tentador. En mis fantasías mi padre era quien se convertía en el mejor cazador, yo en quien le proveía las herramientas para esto, y junto con mi madre, mi hermana y nuestros tres caninos comenzábamos a viajar por todo Aneal, en una vida donde el frío y el hambre eran algo lejano. No estoy seguro de si mi padre llegó a vislumbrar esta fantasía tan irreal en mí, pero en lugar de reprender cuando dije con toda seguridad que así lo haría, sencillamente dijo.

Crónicas de un cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora