Capítulo 13: Las ciudades libres

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Pasamos aproximadamente dos semanas viajando entre los espesos bosques colindantes a Maneol antes que estos comenzaran a disminuir en follaje. Con el pasar de los días los grandes árboles comenzaron a disminuir su estatura y los arbustos ganaron terreno. Después tanto los árboles como los arbustos desparecieron, dejando frente a nosotros una amplia y templada llanura. Aquella gran extensión de verdes pastizales, justamente llamada el "mar de hierba", me conmovió de sobremanera al contemplarla por primera vez; como las montañas, era un recordatorio de lo diminuto que yo era en comparación con todo lo que la naturaleza me ofrecía. Recordé a mi hermana, quien era la principal responsable de que yo estuviese allí, contemplando algo que solo había llegado a escuchar de las historias que mis padres nos narraban antes de dormir... y al recordar aquello una gran nostalgia invadió mi corazón. Al parecer Nostradum notó aquel cambio en mí, pues se acercó como si leyese mi mente.

-La inmensidad de Gaia nos recuerda lo pequeños e insignificantes que somos ¿Cierto? –

-Has mencionado a Gaia durante muchas ocasiones en nuestro viaje, y Rumsfeld parece no agradarle cuando lo haces, pero después de tanto tiempo no logró entender el porqué de ninguna de las dos –

-Podría decir que es mi fe, aunque es algo más... ustedes en el norte siempre encomiendan su protección a Fandor, señor de los cielos, en situaciones de gran necesidad, o a otras deidades o dioses menores en situaciones menores si mal no recuerdo. Gaia supongo sería algo similar a Fandor para mí, pues es quien me cuida, pero no como ustedes lo interpretan con Fandor. Fandor es el señor de los cielos y controla el aire y las heladas, pero para mí Gaia es el aire y las heladas –

-Creo que sigo sin entenderte... -

-Si prestas atención todo tiene vida y, por tanto, un alma de alguna manera, no solo los animales: las plantas, el agua, el aire, incluso la tierra misma. Estas almas deben venir de algún sitio, donde son creadas o tomadas de alguna manera; aquí es donde entra Gaia. Ella es el conjunto de las almas de todo lo que habita Aneal y en las tierras más allá del mar, de ella salen todas las almas de cada ser que nace y regresan a ella cada que alguien fallece –

En ese momento pensé lo mismo que Rumsfeld, y supongo mi mirada me delató, ya que Nostradum solo mencionó.

-Sé que para ti no tendrá sentido, tienes creencias muy diferentes y arraigadas como todo buen norteño, lo cual es bueno; los norteños son quienes mejor se relacionan con Gaia sin notarlo –

-Mencionas a Gaia como si su existencia fuese innegable –

-Eres un cazador, mira a tu alrededor e intenta sentir la vida y el espíritu de Gaia conectarte a todo lo que hay en rededor tuyo –

En ese momento nada en mí había cambiado, veía aquellas creencias de la misma forma que Rumsfeld, repitiendo en mi la frase de "creencias sureñas". Sin embargo, sin que yo lo hubiese notado, Nostradum con sus palabras había sembrado una pequeña semilla en mí, que crecía cada vez que una gran sensación de pequeñez me invadía al contemplar aquel gran mar de hierba.

Como podrá imaginar, querido lector, no desaproveche oportunidad alguna y, aunque esto suponía pequeños retrasos en nuestro andar, comencé a estudiar de forma habida a las criaturas que habitaban en aquel sitio. A pesar de que de forma continua Danilo se mostraba confuso ante esto, pues según él el mar de hierba se encontraba desierto, era normal pues para el ojo inexperto esto podía suponer una verdad absoluta, pero para el ojo experto de un cazador había vida por todas partes.

Allí abundaban los roedores, con una variedad superior a la que encontré en los bosques más al norte, los más agiles y pequeños se escurrían entre los hierbajos a grandes velocidades, buscando refugió en sus madrigueras subterráneas, mientras otros voluptuosos y lentos, pero bien armados con afilados dientes y grandes garras buscaban raíces y demás alimentos bajo el suelo. También se encontraban los Armalos gigantes, grandes mamíferos equipados con poderosas armaduras de placas exteriores, con patas robustas y demasiado cortas comparándolas con su gran tamaño, causando que se muevan casi "panza a tierra". Tienen igualmente un cuello bastante corto, así como una altura de 5 pies desde el suelo hasta la parte más alta de su redondeada armadura, su largo es de aproximadamente 8 pies, de los cuales 2 corresponden a su robusta cola. Uno podría pensar que aquella criatura era el rey del mar de hierba, pero había una criatura, además del humano, que presentaba una gran amenaza para aquel virtual rey.

Crónicas de un cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora