Capítulo 5: La gran ave

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Durante nuestra segunda semana de investigación comenzamos a adentrarnos en la espesura del bosque, donde los pocos y valientes leñadores arriesgaban su vida para cumplir con su deber. Cada persona que cuestionábamos nos daba más razones para creer que la criatura encontraba su hogar en Las laucas, un pequeño conglomerado de escarpados picos fuera del dominio de todo señor feudal, como dictaba la tradición.

Tardamos aproximadamente 5 días para encontrarnos cara a cara con Las laucas, las cuales eran menos majestuosas que Las montañas susurrantes y mucho más traicioneras. Eran bastante escarpadas, tanto que un paso en falso podía provocar que te deslizaras entre1600 y 2000 pies colina abajo sin oportunidad de detenerte. En la sima la mayoría de las rocas era largas y puntiagudas, donde se podía apreciar empalados a los animales que habían tenido la mala fortuna de dar un paso en falso.

Comenzamos a escalar con suma precaución la montaña frente a nosotros, caminando en primera instancia entre los aterradores punzós de su base hasta llegar a una zona despejada. Cuando llegamos a la cima descubrimos que el extremo contrario de algunas montañas era tan escarpado que parecía más un acantilado.

Recorrimos con extrema precaución aquellos parajes durante 2 días, alimentándonos algunas veces incluso de carroña, pues la vida era casi nula en aquellos sitios. Llegó un punto donde el terreno era tan traicionero que no tuvimos más remedio que el de volver a bajar para rodear por el bosque.

-No hemos visto rastros que nos confirmen la presencia de algún ave gigante. Recuerda que faltan pocos días para la siguiente luna llena; si erramos todo habrá sido inútil –Mencionó Rumsfeld, durante la marcha del tercer día.

-No erraremos, toda la información nos dirige hacia aquí. Solo debemos tener paciencia –

-Sinceramente esta vez no me molestaría que fueran solo cuentos y exageraciones –

Pude vislumbrar el miedo en las palabras de Rumsfeld, pues yo también lo sentía. Ambos sabíamos que solo un milagro nos ayudaría a vencer al Acranto si todo lo que se contaba sobre él fuera cierto, pero aun así continuamos nuestra búsqueda.

Aquel día cayó la noche, con una luna casi llena iluminando generosamente entre la espesura; aunque dando un aspecto más letal a los punzós en la sima de Las laucas. Nuestra búsqueda por encontrar un camino seguro por donde volver a subir aquellas elevaciones no daba fruto, por lo que decidimos no parar hasta que el cansancio nos obligase; sin embargo algo más nos detendría, o mejor dicho, detendría nuestra búsqueda.

La luna se encontraba en el punto más alto, cuando un poderoso graznido estremeció todo en derredor nuestro; Rumsfeld y yo sabíamos quien lo había emitido. Justo cuando nos disponíamos a desenfundar nuestras armas, la luz de la luna desapareció y un gran ventarrón nos lanzó por los aires, haciéndonos estrellar con los árboles. Antes que pudiésemos reparar en lo que había sucedido, la luna volvió a desaparecer y nosotros volvimos a salir despedidos. Aquello se repitió 7, o quizá 8 veces, no lo sé con seguridad; los golpes y la intermitencia en la luz de la luna me desoriento tanto que perdí la cuenta. Por unos instantes pareció que aquello se había detenido, pero cuando siquiera pensé en incorporarme, una gran presión de aire se presentó sobre mí manteniéndome en mi sitio mientras la luz de la luna volvía a desaparecer; sabía lo que significaba, desde el primer ventarrón supe que la bestia que buscábamos nos había encontrado antes.

La presión del aire era insoportable, y esta oprimía mi cuerpo con mayor fuerza a cada momento, hasta que la presión aumentó súbitamente al grado que pensé destrozaría mi cuerpo, solo para desaparecer tan repentinamente como aumentó. Un nuevo ventarrón apareció frente a mí, amenazando con enviarme nuevamente contra los árboles si intentaba incorporarme. Volteé mi cabeza de lado, solo para contemplar a mi compañero también en el suelo, pero mirando hacia el origen del ventarrón; sabía que causaba tal temor, al igual de quién generaba tal ventarrón.

Crónicas de un cazadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora