VII

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Shiratorizawa era una de las mafias más poderosas de la región de Miyagi desde los años sesenta

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Shiratorizawa era una de las mafias más poderosas de la región de Miyagi desde los años sesenta.

Con los años su territorio se amplió y sus cabecillas se mudaron a Tokio aprovechando que los grupos de la región acababan de agotar su poder en una guerra territorial, sentenciando que serían quienes tirarían las cuerdas en todo el país.

Poseían las mejores rutas de tráfico de armas. Ingresaban las mejores sustancias con precios increíblemente bajos. Apadrinaban tantas tiendas que nadie hablaría mal de ellos y mejor aún, eran los reyes de los burdeles.

Si alguna vez pisabas una zona roja en búsqueda de los mejores cuerpos, cualquiera apuntaría su dedo a alguna "tienda" del Shiratorizawa. Omegas de alta calidad para todos los gustos, alfas fornidos o sumisos, betas entregados al trabajo por algunos yenes manchados.

El Shiratorizawa era la mayor red de trata de personas del país, y para el día del nacimiento de Akaashi Keiji eso no había cambiado.

Su madre era una de ellas, esas mujeres que por una mala jugada en la vida habían sido robadas de su casa, tal vez una deuda, tal vez simplemente necesitaba dinero pero allí se encontraba trabajando a final de cuentas, y Akaashi fue fruto de ese trabajo.

Todos los niños nacidos bajo el poder del Shiratorizawa le pertenecían y como ya dijimos, Akaashi no fue la excepción.

No fue una infancia tan dura, eran muchos niños, casi como si de un orfanato se tratara, comían, dormían, entrenaban, jugaban y estudiaban uno al lado del otro en esa gran casona en el medio de la nada.

No tomó muchos años que hiciera amigos, a final de cuentas los veía todos los días y los recuerdos de quién lo dió a luz eran nulos, su realidad era esa y no dolía tanto.

A los siete años fue la primera vez que optó por jugar al voley en vez de buscar insectos por su cuenta en el bosque continúo, aunque no fue una decisión consciente, al día de hoy la lamentaba.

- ¿Quieres jugar con nosotros Keiji? - Un chico con los cabellos hacía todos lados color rojo le extendió la mano. - Siempre estás solo.

Akaashi siempre había sido reservado, era el típico niño que no decía buenos días ni buenas noches, sus cuidadores se daban cuenta que había enfermado cuando se desmayaba de la fiebre y nunca se quejaría de nada. Había estado tan apartado de todos que ni sus nombres podía recordar bien.

- Puedes decirme Satori. - Sonrió mientras pasaban el balón por el aire. - ¿Sabes sus nombres?

Negó, aún no había dicho palabra alguna desde que los siguió todo el camino a la cancha armada con ropa como bordes.

- En el almuerzo te los enseñaré.

Keiji temía la amabilidad sin condiciones que el chico a su lado le ofrecía, realmente en su cabeza no entraba la idea de que no fueran a reírse de él, o siquiera enojarse porque no había aprendido sus nombres en el tiempo que llevaban compartiendo.

Thank you for the venom ꈍ KuroKenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora