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Música tranquila, melódica y en un idioma que no comprendía... Tal vez inglés. El dulce aroma de unas feromonas ya conocidas y la calidez de una mano jugando con su cabello mientras su cuerpo se encontraba enmarañado con una pila de mantas que generaban la presión justa sobre su cuerpo para hacerlo sentir protegido.
No quería abrir los ojos, ya que juraba que era imposible sentir tanta comodidad de cualquier manera que no fuera muerto pero...
La realidad golpeó.
Si estuviera muerto su mente no estaría recordando lo último que pensó despierto, dispersando por todo su sistema nervioso una galopante ansiedad.
Un grito ahogado y la luz cegandolo al abrir los ojos, seguidos de la mano que lo acariciaba viajando a su espalda para hacerle entender que no estaba solo.
- Tranquilo... - Casi en un susurro Akaashi confirmó su presencia. - Estoy aquí Kenma.
- No me veas. - Su voz salía cargada de dolor.
La vergüenza se había adueñado de su personalidad, y la idea de que alguien lo viese, como él imaginaba, hacía colapsar toda estabilidad existente.
Se había vuelto imposible que en su mente no se reprodujera la imagen y sensación cuando vió a esas personas, no podía dejar de sentir pena, profundizando más y más la sensación de que eso era lo que todos pensaban al verlo.
Él era quién había llegado roto, y aunque ahora caminara con toda la confianza y se codeara con los altos mandos nunca dejaría de serlo...
Nunca dejaría de ser ese niño que vivió veinte años como esclavo.
- Ya para. - No importaba cuánto se resistiera, Akaashi lo abrazaba con todas sus fuerzas. - No te hagas esto.
No podía ni siquiera contestar, las lágrimas se habían hecho dueñas de todo su rostro y las emociones fluían de tal manera que era incomprensible lo que sentía.
¿Quería dejar de sentir sus brazos?
¿Quería que le negaran lo que pensaba?
¿O tan solo quería desaparecer?
No sé sentía digno de tal cariño ni cuidado, no era merecedor del cariño de alguien tan decente y adulto como Akaashi.
- Kenma... ¿Podríamos hablar tan solo un minuto? - La voz tranquila de él indicaba que debía aceptar... Pero realmente le era imposible.
