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El último piso de la casa secundaria era un mundo completamente diferente.
Subieron directamente por un ascensor, el cual todos agradecieron, ya que la idea de volver a caminar por esas escaleras era similar a una pesadilla lúcida, más aún cuando el número que indicaba el piso marcó diez al frenar. Y apenas las puertas se abrieron el ambiente cambió totalmente.
Parecía la recepción de un hotel de lujo, o al menos lo que las películas mostraban como tal.
Sillones que te tragaban solo al ver lo esponjosos que parecían, una mesa ratona con un florero y muchas estanterías rodeando el lugar, ¡Hasta tenía una pequeña repisa donde había botellas de alcohol y vasos!
Todos observaron atentos a todo, adulando las pequeñas cosas o los cuadros de arte que parecían magníficos aunque ninguno comprendiera del tema.
Akaashi se quedó en uno de los sofás mientras paseaba por su mundo personal en el teléfono, dejando a los chicos ser por algunos minutos.
La gran puerta doble de madera, la única en el piso además de la del elevador y las escaleras, se abrió de par en par, y de ellas salieron Tanaka y Suna, ambos charlando lo más tranquilos.
Todos observaron a su hermano, y este se frenó justo frente a ellos sonriendo con calma.
- ¿Cómo te ha ido? - Habló Hoshiumi atropellado. - ¿Qué harás?
- Me han dicho que como soy inútil para seguridad trabajaré en la guardería, - sonrió. - Por lo que podrán visitarme cuanto quieran.
- Eso es genial. - dijo Komori. - ¿Qué te han preguntado?
- Nada muy importante, he hablado mucho de ustedes, al igual que Shōhei y Chikara, - habló tranquilo, observando de reojo a Akaashi. - Alertas, y no mientan. - Soltó por último para dar marcha al elevador junto a Tanaka.
Todos comprendieron rápidamente el mensaje.
No pasaron más de diez minutos que Kuroo salió de las mismas puertas con una sonrisa, parándose entre medio de todos los sofás mientras soltaba su corbata.
- Bueno, ¿Quien vendrá primero? - Habló con su normal alegría, que rozaba la falsedad.
Todos intercambiaron miradas, no era buena idea en la mente de ninguno entrar sin haberlo pensado dos veces, pero la mano de Kenma se levantó por sí sola.
En su idea no había manera que permitiera que un agridulce chistoso como Akira o un volátil como Kōrai dieran el primer paso sin arruinarlo, y Motoya quedaba descartado por el hecho de que simplemente había actuado primero a la hora de sacarse sangre y podía pasar la carga de caballo de Troya por el día, además que siempre sería mucho más de la acción y no la estrategia, mucho menos a la hora de hablar con alfas sin reconocer el terreno.
