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- Buenos días. - Un beso en la frente y el peso de un trasero a su lado en la cama. - Traje tu desayuno, así lo tomas mientras te vistes, tenemos una reunión en una hora.
Hasta las puntas de sus pestañas pesaban como un objeto en particular, pero de igual manera las batió hasta que sus ojerosos ojos observaron algo borrosos a la persona que lo observaba con una amplia sonrisa.
¿Tan insoportable podía ser?
No quería pensarlo de esa manera, y tampoco es que fuera de una mala, pero realmente era la mañana número veinte que al abrir su ojos veía esa sonrisa y la misma bandeja perfectamente preparada con alimentos balanceados y de su gusto, variando con las náuseas, que ya llegaba al punto de sentir que era una muy mala parálisis del sueño continúa.
- Puedo levantarme por mi mismo, Tetsurō. - La manta tapó todo su rostro. - Quiero dormir.
Pero aunque cerrara los ojos, hace semanas, aún antes de que la noticia del embarazo cambiará todos sus nervios a superados, apenas despertaba, su cerebro no paraba de pensar.
Disparos, sangre, su mano contracturada aunque ni lo sintiera de tanto apretar un gatillo que no acostumbraba a manejar.
Cuatro semanas que pasaron en un abrir y cerrar de ojos, repletos de lágrimas y duelo.
Un nuevo enemigo.
No habían transcurrido ni tres meses desde la caída del Shiratorizawa pero tan solo dos semanas atrás, el día que realizaba su primera ecografía con Kuroo desmayado en el suelo del consultorio, sus teléfonos sonaron extenuantes.
El Karasuno había asaltado uno de sus camiones de contrabando, y aunque fue el primero, no el último.
- Te dije que si no querías podías declinar la invitación de Shuî-sama al almuerzo, ¡Tu mismo insististe que no necesitabas la licencia!
- ¿Los mafiosos realmente tenemos licencias Kuro? - Masculló pateando las mantas. - Tan solo tengo 11 semanas de embarazo, tampoco es que no puedo moverme y viviré reposado hasta que Bola-chan tenga veinte y robe tu puesto.
- ¡Deja de llamarla Bola-chan!
- ¡Pero parece que tengo una bola de bolos en el estómago! - Levantó su pijama sin vergüenza alguna. - ¡Solo mira!
Tres días atrás había bautizado al feto como "Bola-chan" luego de un largo día de atragantarse y evacuar, descubrió que su estómago chato no se hinchaba por comida, si no que simplemente había aparecido una extraña forma ovalada en ella que no pararía de crecer, hasta romper sus caderas en un extraño parto.
