Capítulo 19.

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Abro los ojos apenas. La luz de la mañana entra por los grandes ventanales de nuestra habitación mientras la nieve continúa cayendo como una leve llovizna sobre la ciudad. Giro la cabeza y a mi lado descansa mi esposo con el torno descubierto y una frazada cubriendo su miembro dejándome ver los hermosos abdominales que se carga.

Es imposible no pasar la mano por encima. Quiero retratar en mi memoria cada uno de los momentos que hemos vivido juntos y de los pocos que viviré a partir de ahora. Mientras trato de pensar en que somos marido y mujer, mi mente me recuerda que solo seré su esposa durante las cinco semanas o lo que sea que me reste de vida.

Tengo la verdad atorada en la garganta, quiero gritarle mi enfermedad como la verdad más gra del planeta pero por más que intento hacerlo no puedo. Las palabras no salen pues cada vez que hablamos de un futuro de su boca solo salen las palabras hijos y matrimonio.

Suspirando me lanzo de nuevo contra la almohada. La cabeza me da vueltas, anoche bebimos demasiado celebrando nuestro primer día de casados y ciertamente no tengo ánimos para levantarme hoy.

Quiero voltearme hacia el otro lado de la cama cubriendo mi cuerpo desnudo pero el brazo de mi esposo se enreda en mi cintura acercándome a él. Su miembro choca contra mi trasero en tanto mi espalda se pega a su pecho.

—¿Dónde cree que va, señora McMurray?—pregunta con una voz ronca demasiado sexy.

—Estaba por levantarme pero no tengo ganas—admito en voz alta acurrucándome a su lado. —Abrázame, tengo frío.

Su mano acaricia mi vientre y luego recorre el borde de mi cintura, como si fuera una pieza delicada me acaricia con la punta de sus dedos hasta llegar al nacimiento de mis senos los cuales toca sin tapujos, magreando uno y luego el otro sintiendo como mis pezones se ponen erectos a la vez que su polla se endurece entre la línea de mi trasero.

—Despertaste alegre—comento en un suspiro.

Sus caricias son criptonita para mí, no puedo pensar, no puedo hablar solo me quedo de piedra dejando que su mano toque todo lo que quiera y magree todo lo que se le de la gana.

—Acostúmbrate que será así todas las mañanas—gime. Con fuerza me voltea para dejarme frente a él, el aroma varonil mezclado con licor me hace delirar porque su piel tiene ese olor tan exquisito que me hace soltar fluidos como loca en celo. —No puedo creer que seas mi esposa.

Su mano aleja los mechones de mi rostro.

—Créalo, señor McMurray porque ahora soy su esposa—le recuerdo enseñando el dedo donde descansa mi anillo de compromiso mientras su mano toma mi pierna izquierda subiéndola a su cintura dejando que su polla roce mis pliegues empapados.

—¿Que eres qué?—acerca su rostro al mío rozando mis labios.

—Tu esposa—el primer empellón llega y cierro los ojos cuando la cabeza de su falo choca en ese punto rojo. Su mano se aferra a la parte trasera de mi rodilla acomodándome a su gusto mientras lanza el segundo empellón que me penetra dejándome de medio lado siendo follada frente a sus ojos.

Entre Joy y Nueva York (AQS #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora