Capítulo 29.

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NARRADOR OMNISCIENTE

Perder. Gran parte de la vida se trata de eso, simplemente de perder.

Perdemos amigos, mascotas, familiares. Perdemos el cabello, el trabajo, el dinero. El ser humano está acostumbrado a las pérdidas, sin embargo el estar acostumbrado no impide que volver a perder duela.

El clima de California expresa el dolor que azota a una pequeña parte de la población de esa ciudad quienes se encuentran ahora bajo la intensa lluvia que pocas veces se ve en esta épica del año. Las gotas llevan cayendo del cielo desde hace horas empapando a los cientos de personas que llegaron al cementerio privado luego de la familia.

Las sombrillas negras entonan a la perfección con los trajes de la familia que rodea el ataúd sentados a su alrededor mientras que las rosas rojas prevalecen en toda la oscuridad que los rodea.

Miles de pensamientos cruzan la mente de los presentes al mirar el ataúd sabiendo que una persona joven está dentro, una que tenía bastantes cosas por las que luchar todavía, principalmente por su esposo.

Liam McMurray pocas veces ha llorado en público. Su madre lo mira y no puede creer lo que ve, no puede creer que el niño al que ha amado y a quien ha visto sonreír desde recién nacido, tenga grandes gotas rodando por sus mejillas mientras mantiene la mirada baja.

No lo ha visto mirar el ataúd de su esposa, quizás porque le duele demasiado, sin embargo no insiste solo mira a los suegros de su hijo quienes están a su lado llorando con intensidad mirando el cajón de madera blanca que cubre el cuerpo de su hija.

Un dolor inexplicable se instala en su pecho y es que es casi inimaginable el ponerse en esa situación porque el sentimiento que la agobia en ese instante le deja saber que si uno de sus hijos le falta, morirá. Cada uno de sus niños tiene parte de su corazón, no puede imaginar una vida sin ellos así como no puede imaginar una vida donde perdiste a tu único hijo.

Mientras Lia llora por el dolor ajeno, Hope observa a su hermano con detenimiento. Su trabajo le ha quitado sensibilidad, entrenar para no sentir fue su mayor objetivo cuando comenzó su carrera pues las emociones, el sentimentalismo siempre ha llevado a las personas a cometer las peores estupideces. Entrenó para no sentir sin embargo no puede evitar sentir algo cuando ve a su hermano tan abatido preguntándose si es posible amar a alguien hasta este punto donde tu propia familia tiene miedo de lo que pueda ocurrir contigo.

Un trueno hace saltar a todos los presentes que se aferran a sus sombrillas como si el mundo estuviera viniéndose abajo y es que es lo que parece pues las nubes negras cubren el cielo por completo dejando a la ciudad en la completa oscuridad por unos instantes.

El ataúd blanco resalta entre los presentes, el olor a la tierra mojada inunda el ambiente y ni siquiera las palabras del sacerdote logran despertar un atisbo de interés en el reciente viudo que se dedica a mirar la rosa roja que reposa en la mano donde descansa su anillo de bodas. No presta atención a los recién llegados que le brindan el pésame ni a su familia que se preocupa porque no ha probado bocado desde hace dos noches en que su esposa falleció, no le presta atención al viento que anuncia una tormenta en California ni al toque de su padre sobre su hombro quien preocupado se ha mantenido a su lado desde que supo la noticia.

Suspirando, Hudson insiste a su hijo en beber un poco de agua aunque sea cosa que no logra. Niega ante su esposa pues es un caso perdido desde que soltó el cuerpo de la mujer que pocos días se consagró como su esposa. El recuerdo de aquella madrugada viene a su mente cuando entre gritos y llanto lograron quitarlo del cuerpo dejándolo convertido en este ser que no habla, que no come, que no emite sonido alguno excepto el del llanto lastimero que lo avasalla por las noches el cual todos escuchan.

Hudson no planea perder a su hijo y es que piensa ¿quién en su sano juicio lo haría? ¿Qué padre cuerdo dejaría a su hijo morir por un amor perdido? No lo entiende y por más que intente hacerlo no lo logra porque él tiene a su esposa a su lado con quien lleva más de treinta años de un exitoso matrimonio y no es el único que se siente de este modo pues sus amigos e incluso su yerno Brendan abrazan a sus esposas en este momento mirando el ataúd, pensando en que algún día estarán en la misma posición que el desafortunado Liam y ruegan por dejar este mundo antes que ellas porque no sabrían cómo reaccionar.

Es tan difícil ponerse en el papel del otro, mucho más en esta clase de situaciones.

Y mientras llegan las últimas personas para oír lo que queda del sermón del sacerdote antes de que el ataúd comience a bajar, el cielo rompe en un estallido de lluvia intensa que cae sobre los presentes así como las lágrimas se disfrazan con las gotas que caen sobre el rostro de Liam.

Mira el ataúd y no puede creer la desdicha que lo avasalla al ver que su matrimonio acaba en una pequeña caja de madera blanca tan pura como solía ser su alma. El anillo de casados pesa en su mano como una maldita roca que amenaza con llevarlo junto al cajón y pedir que le echen la tierra encima, dejándose vencer por el dolor que lentamente consume cada parte de su alma.

No siente, desde que su esposa se apagó no ha tenido ni un solo sentimiento además del dolor. No ha vuelto a reír porque sus risas le pertenecían, no se emociona con nada porque la emoción solo aparecía cuando notaba que su esposa estaba durmiendo a su lado y solo cuando la recuerda logra sentir algo, logra sentir el amor mezclado con dolor que le ha dejado su partida preguntándose a cada nada ¿Cómo se respira después de perder al amor de tu vida?

No tiene una respuesta y ciertamente no quiere tenerla porque mientras el ataúd desaparece junto a la rosa que lanza sobre la madera, mientras más metros alejan al amor de su vida de su lado, más se convence de que no se puede respirar y de que no está seguro de querer continuar haciéndolo.

No tiene una respuesta y ciertamente no quiere tenerla porque mientras el ataúd desaparece junto a la rosa que lanza sobre la madera, mientras más metros alejan al amor de su vida de su lado, más se convence de que no se puede respirar y de que no...

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Capítulo cortito. Nos vemos en unas horas, las amo, A. 

Entre Joy y Nueva York (AQS #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora