Una horrible tos me obliga a abrir los ojos al instante. La luz de la luna es lo único que me deja ver a mi costado, ver a Joy toser como si no hubiera un mañana con todo el rostro amoratado por la fuerza que emplea.
Es una tos ronca, seca que me levanta asustado para tomarla de sus hombros.
—Cariño... joder, Joy—susurro. No sé qué es lo que debo hacer por lo que la coloco de costado y llamo al aparato que me conecta con sus médicos quienes no tarda en llegar alejándome de ella.
Es de madrugada, el reloj al lado de mi cama me indica que apenas son las tres de la mañana y de a poco comienzo a sentir como todos en casa se están levantando. Centro mi mirada en mi esposa que no deja de toser, es algo ronco que seguramente le lastimará la garganta y el que comiencen a darle más oxígeno me pone nervioso.
No quiero entrar en pánico pero tampoco me muevo de mi lugar dejando que ella me vea pues me busca con los ojos llenos de lágrimas.
—¿Qué pasó?—pregunta mi madre entrando alterada. Corre hacia la cama de Joy donde trata de tomar su mano pero le impiden el paso quienes la atienden. —¿Qué le pasó?
Niego con mi cabeza.
—Comenzó a respirar mal y me desperté cuando tosió—susurro en voz baja.—No sé... espero... no lo sé.
—Todo va a estar bien—me dice tomando mi mano.
Quiero creerle que todo estará bien pero el conteo regresivo me está taladrando la cabeza. Soy consciente de que las cosas van a empeorar pero no sé a qué grado. No me siento listo para dejarla ir, no puedo ni quiero dejarla sola por lo que me quedo quieto dejando que hagan su trabajo cuando comienza a llorar del dolor.
—Nena—digo acercándome. Tengo sus ojos sobre mí y respira ahora con normalidad aunque tiene el oxígeno en la nariz. —Desiste, toma los analgésicos porque esto se pondrá peor, por favor.
Ella niega con su cabeza.
—Por favor—le suplico tomando su mano.—No serás menos valiente, hermosa, ya luchaste demasiado. No sigas haciéndote daño.
Acaricio sus mejillas cuando llora con fuerza. Quizás sea el dolor pero tengo presente que quizás y es el que esté admitiendo que no puede con esto como creía sin embargo ya demostró ser fuerte, no tiene que continuar haciéndolo.
—Por favor... —digo una última vez. La enfermera está al tanto de la conversación y suspira con alivio cuando finalmente asiente permitiendo que le administren la droga que la seda a los pocos segundos. Todavía sostiene mi mano con fuerza cuando los ojos se le cierran y la respiración, aún con ese tono rasposo, se calma.
Respiro profundo, tenerla en este estado se está volviendo pero el cronómetro del tiempo me dice que efectivamente esto va a empeorar y yo necesito estar listo. La enfermera recoge todo, el especialista hace lo mismo y me miran cuando los detengo.
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Entre Joy y Nueva York (AQS #5)
RomanceJoy Finlay es descuidada, desprolija, despistada y una pésima cocinera. Vive su vida un día a la vez, odia las agendas, la contaminación y el machismo. Jamás ha planeado algo y a la edad de veintiocho años no ha tenido ni una sola relación seria. L...