Capítulo 12.

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Abro los ojos lentamente

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Abro los ojos lentamente. Siento el cuerpo pesado de inmediato y sé que todo en mí está gritando que tuve el mejor sexo de mi vida, mucho más cuando giro la cabeza encontrándome con el trasero desnudo y prominente de Liam.

Muerdo mis labios, hemos pasado todo el día cogiendo en la habitación, ordenando comida y buscando saciar esta sed que al parecer no va a desaparecer. No hago más que sonreír, a este punto lo único que hago es quedarme viendo su figura que incluso de espaldas luce tonificada y bastante musculosa.

Suspiro pesadamente cuando una cosa viene a mi mente: esto no formaba parte del plan.

Me cubro el cuerpo con la bata y luego de atarla salgo hacia la cocina. No tengo hambre, observo el reloj y veo que son las tres de la tarde, por supuesto hemos faltado estos días al trabajo pero al menos mi jefe comprende mi situación, mucho más cuando sabe exactamente qué he estado haciendo.

Afuera a pesar de ser de día, la nieve ya comenzó a caer cada vez con mayor frecuencia cubriendo gran parte de las partes de la ciudad de Nueva York. Pronto será Navidad y mucho más pronto de lo que quisiera, llegará el día en que tendré que contar la verdad.

De repente mis ojos se cristalizan. Tengo un nudo horrible atravesado en la garganta que no me deja ni siquiera respirar. Cubro mi boca con la mano para no dejar que el gemido abandone mi garganta pues no quiero que Liam sepa que he estado llorando.

Esto no era parte del plan, Liam jamás fue planeado.

Un escalofríos me recorre el cuerpo de solo pensarlo, de solo imaginar las barbaridades que debo confesarle, yo...

—Tienes que tranquilizarte, Joy—me digo en voz baja.—Disfruta del momento.

Ayer fui completamente feliz, mucho más de lo que he sido en cualquier otra parte del mundo porque entre sus brazos verdaderamente encontré la paz. Aquella que leí en versículos de la Biblia, donde mencionaban que existía una paz mucho más allá de lo imaginable y juro que la sentí estando a su lado.

Liam es... él es mi luz.

Suspiro alejándome del gran ventanal. No tengo qué hacer en la cocina y por eso camino por el apartamento abriendo las puertas, revisando qué hay en las demás salas que jamás visité y me llevo una gran sorpresa al encontrar un gran piano de cola en la biblioteca, la habitación siguiente a la oficina de Liam en casa.

El cuarto es una belleza, la cantidad de libros es exorbitante lo cual me deja sorprendida porque jamás pensé que él leyera ni mucho menos.

Admirando emocionada cada uno de los títulos, paseo los dedos por los libros sonriendo como una loca porque ahora tengo un lugar donde sentarme tranquila a leer mis novelas románticas, y entonces cuando termino, me quedo de pie junto al gran piano de cola.

Cuando era niña, antes de que mis padres enloquecieran con su religión, solía tomar clases de piano y de canto aunque jamás fui buena en ninguno de los dos. Al menos no para ser un profesional, sin embargo recuerdo la sensación de felicidad que me abarcaba cada que terminaba una partitura.

Entre Joy y Nueva York (AQS #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora